Saber cuándo debemos preocuparnos al ver un retraso en el desarrollo de nuestro hijo es fundamental. Por lo mismo, la Asociación Pediátrica Americana ha propuesto que se entrevisten todas las familias de niños con diferencias en el desarrollo, a partir de los 18 meses de edad (o antes si hay algún factor de riesgo, como puede ser el historial significativo del niño), para asegurar que se atenderán posibles casos de un retraso en el desarrollo o un trastorno del espectro autista de la manera más precoz posible. Las señales de alerta son:
Comunicación social: ausencia de comunicación o carácter atípico en su desarrollo:
Fallas en el contacto visual.
Llanto todo el tiempo sin aparente razón y dificultad para calmarse, o ausencia de llanto (problemas de regulación).
A los 3 meses de edad los bebés ya sonríen como respuesta a la sonrisa del adulto (sonrisa social), puede ser que su bebé falle en este aspecto.
Desinterés en interactuar socialmente, puede ser que no exija que le atiendan, o muestre falta de interés en juegos como cosquillas o rehúya el contacto físico.
No responder cuando se le llama por su nombre.
No señalar objetos, a los 11 meses ya debería señalar.
Fallas en la coordinación de mirada, vocalización y gesto, a la hora de comunicar.
Juego:
Dificultad en la imitación de acciones con objetos.
Exploración o manipulación de los juguetes y otros objetos de manera repetitiva. Puede quedarse viendo un objeto períodos de tiempo notablemente largos.
Juego de manera inusual con los objetos y juguetes: alinearlos, darles vueltas constantemente, apilarlos siempre de la misma manera, utilizarlos sin imaginación de una manera demasiado sencilla y siempre igual.
Lenguaje y cognición: ausencia, retraso o desarrollo atípico:
Retraso en el desarrollo cognitivo, por ejemplo, que no busque un objeto que se ha caído o que usted ha escondido bajo una manta (esto debería observarse ya a los 6 meses).
Ausencia de balbuceo, especialmente balbuceo social recíproco.
Que emita sonidos extraños y no diga más de tres palabras a la edad de 14 meses. Puede ser que las palabras que diga sean repetitivas o extrañas para su edad. Puede ser que no comprenda lo que usted le dice (debe comprender instrucciones como "ven aquí" a los 12 meses, por lo menos).
Un tono de voz inusual, cantado o que parezca que está repitiendo la entonación de los dibujos animados.
Puede ser que a los 18 meses de edad o un poco después usted note cierta regresión en habilidades de lenguaje y sociales que ya había adquirido.
Utilización de las funciones sensoriales o motoras:
Fijación visual atípica (por ejemplo, ver a la luz o a cosas que se mueven de manera repetida como la lavadora de ropa), inspección inusual de objetos.
Hiporreactividad o hiperreactividad a los sonidos u otras formas de estimulación sensorial. Puede ser que a su hijo le molesten ciertos sonidos o se pegue un juguete de música a los oídos de manera atípica, que le moleste que lo toquen o que se meta en sitios dónde se ejerza presión sobre su cuerpo, que le molesten ciertos sabores o texturas, que llore cuando lo bañan o le cortan las uñas o el pelo, etc.
Un nivel de actividad muy bajo o muy alto y retraso en la motricidad fina y gruesa.
Conductas motoras repetitivas (como el aleteo, pasearse sin rumbo, balancearse, correr en círculos), posturas atípicas o manierismos motores.
Alteración en la regulación de funciones relacionadas con el sueño, la comida y la atención.
En caso de estar presentes estas alteraciones, el diagnóstico en todo el mundo es clínico y debe realizarse por parte de un especialista en salud mental infantil. La intervención temprana se ha mostrado como clave para que el desarrollo del niño sea lo más prometedor posible a largo plazo y que se normalice su curva del desarrollo al trabajar las habilidades que se ven afectadas por el trastorno que tengan y que ello implique asegurar el desarrollo máximo del potencial del niño. (Psiquiatra/Paidopsiquiatra)