Durante las campañas electorales que condujeron a la elección del pasado 2 de junio se ofrecieron todo tipo de promesas. Los candidatos hicieron alarde de sus recursos creativos para proponer soluciones a problemas públicos. Muchas ideas quedaron apenas en el plano de buenas intenciones; otras fueron perfiladas con la garantía de haber sido probadas exitosamente en el pasado y, por lo tanto, ya dan visos de transformarse en programas y proyectos.
Seguramente en los siguientes meses, antes de que las nuevas autoridades asuman el poder, sus equipos de trabajo harán un profundo análisis acerca de cómo enfrentar los agudos desafíos que supone la búsqueda de mejores estadios de bienestar a favor de la población. Llegó la hora de que prime la política de las políticas públicas, esto es: transitar de la política como medio de influencia de unas personas sobre otras para acceder al ejercicio del poder a la política como proceso de negociación para lograr acuerdos que permitan formular, aprobar y aplicar soluciones eficaces a las necesidades y demandas colectivas (las políticas públicas, en esencia).
La anterior es una tarea compleja. Es preciso garantizar que funcionen las relaciones entre gobiernos, legisladores, organismos privados y sociedad, de tal manera que se cree un entorno favorable al diseño eficaz de políticas que respondan al interés general. Nada debería ser tan obstinado como un elegante consenso, decía Margaret Thatcher, o como expresaba Eduard Punset: hasta las bacterias funcionan por consenso, o no funcionan.
La historia ha demostrado que en aquellas sociedades divididas, donde se carece de consenso, se producen peores resultados, aun con todos sus talentos y recursos. La extrema polarización es un problema para la democracia, no porque sea malo contraponer ideologías, sino porque cuando se radicalizan las posturas se niega la posibilidad de los acuerdos y el empuje de mejores propuestas.
Por ello, sostengo que en esta etapa, tras las elecciones y la declaratoria de vencedores, es cuando deberían tener lugar el liderazgo y la capacidad de los gobernantes electos para construir una ruta en la que puedan encontrar respaldo a sus proyectos e iniciativas, sobre todo si existen factores que limitan esa posibilidad, como las restricciones presupuestales (la cobija del presupuesto no alcanza para cubrir todas las necesidades) y la falta de una participación social comprometida; buena parte del pueblo sigue pensando que son los gobiernos los únicos responsables de proveer satisfactores.
Este escenario me recuerda la graciosa analogía del poema "Pleito de cobijas", de Margarito Ledesma (seudónimo de Leobino Zavala), que revela la embarazosa lucha de una pareja por un cobertor. En un contexto de igualdad, ninguno de los dos personajes se preocupa por el bienestar del otro, cada cual está viendo por su propio beneficio. Y lo peor es que terminan culpando al gobierno de sus desavenencias. Les comparto unos fragmentos de este poema, pero les recomiendo leerlo y disfrutarlo completo:
"Pues hoy amaneció la novedá / de que Don Juan, el tío de Las Clavijas, / tuvo un tremendo pleito de cobijas / con su mujer, la güera Soledá. [...] Más parece que, ya en la madrugada, / don Juan quiso voltiarse de ladito, / y jaló las cobijas un tantito, / y dejó a la mujer descobijada. [...] Doña Chole, al sentirse en ese plan, / trató de remediar la situación, / y les dio a las cobijas un jalón / y sin querer, descobijó a Don Juan. [...] Y, como eran dos voluntades / que jalaban con rumbos diferentes, / llegaron a ponerse tan renuentes / que de una colcha hicieron tres mitades. [...] Mas la culpa de tales asonadas / y de tales disgustos cobijeros, / la tienen los demontres de obrajeros, / por hacer tan angostas las frezadas. / ¡Ojalá que el Gobierno les exija / tejer unas frezadas competentes, / que tapen bien a las dormidas gentes / y eviten esos pleitos de cobijas!".
RASGOS DE LAS POLÍTICASHay seis rasgos que inciden notablemente en la capacidad de las políticas de mejorar el bienestar general y ser sostenibles en el tiempo: estabilidad, adaptabilidad, coordinación, calidad de su implementación, orientación hacia el interés general y eficiencia. Vale la pena aplicar estos atributos al pie de la letra.