ME DA POR HACER BALANCE el día último del año, pero también cuando traspaso un día de cumpleaños. En el primero exagero y me pongo a escribir sobre el qué hacer en el año nuevo. Y son actividades que regularmente abandono en febrero o marzo, cuando mucho. Y de allí me acuerdo y trato de retomarlas y nada. Y viene el siguiente diciembre y lo mismo. A veces me compraba una agenda bella. Con ilustraciones de pintores famosos o versos de poetas. Pero dondequiera la dejaba abandonada. Y me resigné al poco orden, cuando menos en esas cosas formales.
Y EN LOS CUMPLEAÑOS me la paso alegre en el día y en mi interior voy reflexionando mientras atizo el brasero, mientras volteo las carnes. Y reflexiono sobre mi vida, en lo que ha andado y en lo que andaré mientras tanto. Tenerla y no disfrutarla es cuando menos una pérdida de tiempo y de vida. Agradezco de antemano la salud, porque la tengo. Y agradezco a mi familia y amigos. Y junto a ello sentirme afortunado por lo vivido y por las personas que he conocido en el trayecto.
AYER UN AMIGO me habló temprano y en la felicitación correspondiente por este nuevo ciclo, le digo que cada vez me voy haciendo más niño, ya casi le llego a aquel infante que disfrutaba lo cotidiano simple, como ver volar mariposas, caminar por la orilla de un canal e imaginar poder llegar a donde nace el arcoíris. Y reímos al recordar a Benjamín Button, en mi caso la película, y en su caso, novela y película. Para quien no sabe, este personaje nació anciano y las etapas las fue cumpliendo al revés, hasta que llegó a ser niño. Aquellos años en que me gustaba dibujar, y dibujé a un Benito Juárez, rostro indígena y mirada esperanzadora, que mandé a concurso y obtuve en premio una dotación de vino Hemostyl, que era la empresa convocante.
ENTONCES IR CADA AÑO acercándome a más niño significa volver al dibujo, meterme a la acuarela, gis y carboncillo, y de ser posible al óleo, pero me alertan que son palabras mayores. En esa infancia tomaba agua de la llave, incursionaba en expediciones por toda la colonia, y me sentaba en una nevería a escuchar canciones e imaginarme las historias que en ellas se van contando. Y movía un pie en las notas fuertes del compás, como siguiendo el ritmo. Y me soñé músico, sí señor.
MI DOCUMENTO Y MAYOR LOGRO por estos meses es mi credencial de estudiante. Lo digo como parte del balance, no por presumir. Soñaba volver a las aulas de la universidad con temas por estudiar que me gustaran. Y hubo la oportunidad en agosto pasado. Y ando navegando en los aires del pasado, de cómo fuimos haciendo más enredando todo partiendo del estado de la naturaleza como nació nuestra especie, pero fuimos creando una estructura en defensa de la propiedad para los que más tienen, o -cuando menos- tienen.
CADA AÑO ME DA POR AGRADECER AL LIBRO, a esa palabra general que representan cada unidad de papel que contiene enseñanzas, imaginación, ideas, sueños y todo lo que al hombre se le ocurra y quede plasmado en palabras escritas (ahora digitales). Y lo agradezco en nombre de toda la humanidad (perdón por esta rimbombante expresión) porque gracias a la escritura, y por ende al libro, no andamos de rama en rama, pero sí de sueño en sueño. (Continuará)