Hoy comienza la 37ª edición de la Feria Universitaria del Libro de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, considerada una de las cinco más importantes de México. Por la tarde, a las 16:00 horas, se presentará el nuevo libro de Bruno Estañol: "Blas Botello y otros bellacos" (Bibliófagos y Laberinto, 2024).
Una de las grandes ventajas que tiene presentar una obra basada en hechos históricos, independientemente del grado de ficción que contenga, es que no requiere de grandes explicaciones.
Encontramos el caso de Simón Bolívar, en "El general y su laberinto", de Gabriel García Márquez; o la verdadera historia de Julio César, contada en "Roma soy yo", de Santiago Posteguillo; o el mundo del Papa Alejandro VI, novelado en "Los Borgia", de Mario Puzo. De todos estos personajes es posible hallar infinidad de información en otro buen tanto de libros y publicaciones.
En cambio, una gran virtud de la novela de Bruno Estañol, además de su narrativa ágil y envolvente, es que pone frente a nuestros ojos la historia de un personaje poco conocido y poco abordado en los episodios de la conquista.
A Blas Botello Puerto de Plata se le ubica como astrólogo, prestidigitador y hasta nigromántico. Fue él quien, según algunas crónicas que narran los sucesos de la época, como las de Bernal Díaz del Castillo, vaticinó la salida del ejército español y de sus aliados tlaxcaltecas en aquella memorable tarde de resistencia de los indígenas mexicas, que a la postre terminó para los conquistadores en la "Noche Triste", denominada así por el cronista Francisco López de Gómara.
La mayoría de los estudios históricos revelan que dicha elección tuvo poco éxito: más de la mitad del ejército español y de las tropas aliadas murieron, y gran parte del botín se perdió.
Es muy valiosa la aproximación que nos ofrece la novela a estos hechos, ambientada gracias a una acuciosa investigación del autor, como debe ser en todas las obras de géneros similares. En sus páginas podemos deducir que la práctica de la adivinación era común entre los pueblos mesoamericanos, pero también en la Europa de aquellos tiempos, donde se recurría a la astrología por costumbre.
Al indagar sobre el tema —celebro que el relato haya despertado esa inquietud—, encontré que "Tetzáhuitl" era una palabra que usaban los antiguos nahuas y, según el franciscano Alonso de Molina, tenía el significado de "cosa de agüero". Los "tetzáhuitl" eran señales enviadas por dioses, por sus emisarios o por criaturas de conductas inusitadas, que permitían a los seres humanos descubrir las determinaciones de las deidades.
En España también se creía en presagios. De hecho, los cronistas mencionan en diversas ocasiones la aparición del apóstol Santiago cabalgando en medio de las batallas para defender a sus devotos. Los españoles aseguraban que el mismísimo Santiago, sobre su caballo blanco, los auxilió durante las batallas difíciles.
Resulta apasionante que Bruno Estañol se haya fijado el objetivo de correr la tinta para abordar los agüeros de la conquista. Demuestra que un escritor de ficción es capaz de prolongar la vida cuando sus genes creacionistas revitalizan a los personajes.
En "La mente del escritor" (Cal y Arena-UJAT, 2011), nuestro autor expresa que "la literatura no es sólo una profesión o una vocación libremente elegida entre todas sino, y sobre todo, una manera de vivir. Una forma personal de vivir. El escritor de ficción vive para contar sus historias y cuenta sus historias para vivir" (p.15).
En congruencia con la idea anterior, me permito parafrasear lo que se puede leer en el octavo libro de "La Odisea", de Homero: los dioses tejen desdichas para que a los hombres no les falte algo que relatar.
Por ello, a propósito de astrólogos, esperamos que las constelaciones se alineen para que el maestro Estañol, al contarnos un sinfín de historias más, nos regale su frutífera y duradera presencia.