La larga sierpe se desenrollaba desde las obras del malecón, el bullanguero tabasqueño mataba el tiempo con chascarrillos. Cincuenta quizá 100 o más cabecitas plateadas brillaban al rayo del curioso sol que se asomaba grosero para descubrir de qué se trataba. En la esquina de la calle Martínez de Escobar seguía llegando la población de la tercera edad con su tarjeta de Bienestar a la mano y muchos ensayaban la experiencia de manejar un cajero automático, gracias a los programas de Bienestar del gobierno federal que les prometían al menos una vez al mes, mejores condiciones de vida.
Pero al paso de las horas, el asunto se tornaba en malestar porque extrañamente, el que estaba en la pequeña cabina no salía y la deforme fila se revolvía inquieta, encogía y estiraba por la acción de muchos de asomarse a las puertas del cajero a ver qué motivaba esa demora mientras el solo aburrido, se ocultaba entre las densas nubes que presagiaban lo peor: Lisa se acercaba mientras uno de los derechohabientes ya impaciente informaba: "con razón no avanza si hay quienes traen hasta 20 tarjetas y tardan para hacer su relación", protestaba mientras el cielo se tornaba cada vez más negro de coraje.
CIERRELos programas sociales siempre tendrán su parte de injusticia lo mismo que de beneficio para las mayorías. Sin embargo la ausencia de reglas y de empleados que las hagan valer y que pongan orden provocó que el jueves, toda la furia de Lisa se cebara en las decenas de personas -pobres o no, necesitados o no- que regresaron a casa sin poder retirar el dinero que el gobierno destinó para ellos, el viernes el cajero se vació muy temprano y la atención en cajas se vuelve burocrática, el programa es bueno, pero falta orden y suficiencia bancaria para evitar que sea malestar.
DOBLE SEIS- carlospuma23@hotmail.com