El 21 de octubre de 1846, en la boca del Tabzcoob, mal llamado Grijalva, apareció una escuadrilla de guerra, que un práctico de Frontera, creyó que eran mercantes, y fue a guiarlos, descubriendo que eran de guerra y viendo ellos que nuestro puerto carecía de guarnición, desembarcaron y lo tomaron.
Enterados en la entonces San Juan Bautista de esta invasión, el gobernador y jefe militar de la plaza, el ilustre Coronel Don Juan Bautista Traconis Rodríguez, ayudado por don Miguel Bruno tomaron todas la medidas a su alcance para defender la ciudad, y fue en la mañana del 25 de octubre de 1846, hace 177 años, cuando arribó la escuadrilla de guerra norteamericana frente a la hoy Villahermosa, e impusieron un ultimátum para que se rindiera la plaza, a lo que el coronel Traconis respondió que nuestra metrópoli no se rendía y que sería defendida hasta con la misma vida por sus habitantes.
Durante los días 25 y 26 de octubre de 1846, nuestra ciudad fue bárbaramente bombardeada e incendiada por la escuadra gringa, al mando del comodoro Matew Perry, que con todo y su destacamento de 2,250 hombres, no pudo tomar nuestra capital, desatendiendo además las gestiones de los cónsules de España, Inglaterra y Alemania que entonces aquí residían, y que trataron de evitar la destrucción, incendio y saqueo de la ciudad.
Nuestra capital fue defendida con gran bizarría y en esta primera batalla de Tabasco, murió un cadete hijo del comodoro Perry, quien tuvo que batirse en retirada con el cadáver de su primogénito a cuestas.
Este mismo Comodoro Perry, siete años después, venció al Emperador de Japón y lo obligó a abrir los puertos nipones al comercio americano. Lo que no pudo en Villahermosa, lo logró en Japón.
El 16 de junio de 1847, al año siguiente, se presentó nuevamente frente a nuestra ciudad una escuadra norteamericana, pero ahora con más armamento y barcos, y nueva estrategia, pues desembarcaron tropas en Acachapan y Colmena y atacaron por tierra y agua y nuevamente bombardearon, incendiaron y saquearon nuestra ciudad, que en esta ocasión si fue tomada, por lo que los poderes hubieron de trasladarse nuevamente a Tacotalpa.
Los invasores norteamericanos permanecieron en nuestra capital 35 días, hasta el 22 de julio de 1847 y se autonombró Gobernador intervencionista Gersom J. Van Brut, hasta que ya no pudieron seguir resistiendo la guerra de guerrilla que comandaba el Coronel don Miguel Bruno, y por segunda ocasión, derrotados, se batieron en retirada. Durante esos 35 dias, diariamente moría algún invasor, y en represalia, cada día incendiaban 10 casas de nuestra capital.
Tenemos que exaltar que en tanto que en el centro del país nuestro ejército sufría derrota tras derrota, las armas tabasqueñas por segunda ocasión se cubrían de gloria. Fue tomada la ciudad de México y se consumó el despojo que sufrió nuestro país. Durante nueve largos meses, del 15 de septiembre de 1847 al 12 de junio de 1848, sufrimos la vergüenza de que en el asta bandera del Palacio Nacional ondeara la bandera de las barras de sangre y las estrellas robadas, pero Tabasco permaneció libre y sin ser ocupado, gracias a la hidalguía de los habitantes de esta ciudad.
Este ilustre coronel, don Miguel Bruno Daza, antes había participado en la Batalla de Cerro Gordo, en las afueras de Xalapa Veracruz, defendiendo el territorio nacional ante la invasión norteamericana, tras la cual se trasladó a Tabasco, donde había formado familia, y encabezó la resistencia, defensa y finalmente la liberación de nuestra capital.
Después de la expulsión de los invasores, Miguel Bruno se asumió como comandante militar de Tabasco y tuvo serias diferencias con el gobernador Justo Santa Ana, el mismo que en lugar de enfrentar a los invasores había trasladado los poderes a Tacotalpa, diferencias que se agudizaron, y el Presidente José Joaquín Herrera nombró nuevo comandante militar al general guatemalteco Manuel María Escobar, y ordenaron la aprehensión, encarcelamiento, incomunicado y engrillado en un calabozo, de Miguel Bruno, y juicio por demás injusto en que fue condenado a muerte.
Fue fusilado a un costado de Plaza de Armas el 17 de noviembre de 1848, y su cadáver recogido por sus numerosos seguidores y llevado en un féretro de caoba a la iglesia de la Concepción cercana, ante la protesta generalizada, pues Miguel Bruno era considerado el patriota, el héroe vencedor de la invasión norteamericana.
Miguel Bruno vino muy niño a Tabasco con sus padres don Pedro Bruno y doña Carmen Daza, viviendo su niñez y juventud en el puerto de Frontera. El nombre de este ilustre tabasqueño nacido en Colombia, que participó en la Batalla de Cerro Gordo, en la primera batalla de Tabasco de octubre 25 de 1846, y dirigió la expulsión de los invasores norteamericanos en la segunda batalla de Tabasco de junio de 1847, merece que su nombre se inscriba con letras de oro en el Muro de Honor del Congreso del Estado.
Pero es seguir arando en la arena. Nuestras autoridades padecen una sordera crónica. Postradas en el solio, no escuchan y no quieren provocar la menor molestia a nuestros invasores del norte.