A la prisión de Murillo como responsable de un “crimen de Estado” le falta una pieza obvia: la del jefe de Estado.
Su ausencia en la acusación es tan clara que termina siendo una presencia o, si se quiere, un mensaje a Peña.
Como decirle: ya está preso tu procurador, y no hay que subirle más que una rayita para llegar a la responsabilidad del presidente.
No se equivocan mucho, creo yo, quienes leen toda esta arbitrariedad judicial, toda esta politización de la justicia, en clave de estrategia rumbo a las elecciones por venir.
Desde luego la elección de Estado de México en 2023, que podría ser, ahora sí, más que un laboratorio una carretera abierta al triunfo en 24. O al revés, un gran obstáculo rumbo al 24, si las pierde Morena.
El Presidente necesita que los jefes priistas de la política mexiquense entreguen el estado, como lo hicieron Claudia Pavlovich en Sonora, Quirino Ordaz en Sinaloa, Alejandro Murat en Oaxaca, Omar Fayad en Hidalgo…
Si los líderes del priismo local defienden la plaza, como un solo hombre, empezando con el gobernador Del Mazo, el ex presidente Peña y los ex gobernadores mexiquenses, podrían ganar la elección, liderando la alianza con PAN y PRD, pese a la inoportuna y torpe candidatura adelantada del PAN.
Peña Nieto es una pieza clave en el ablandamiento de los priistas mexiquenses. El presidente López Obrador lleva meses ablandándolo, imputándole delitos financieros que incluyen a su familia y absolviéndolo tantas veces en la mañanera que la absolución ya parece una advertencia.
Ahora el Presidente tiene a Peña Nieto otra vez contra el paredón de Ayotzinapa, listo para repetirle la dosis del año 2014, cuando Peña pagó los platos rotos. Y hasta ahora.
Dice un inspirado amigo que el Presidente es como una ballena orca que da vueltas en círculos alrededor de su presa Peña Nieto.
La prisión política de Murillo estrecha el cerco de la orca, camino a Edomex en 23 y a la Presidencia en 24.