Registro una discusión bastante inútil sobre si los arrepentidos de haber votado por López Obrador deben aceptarlo públicamente. Quienes presionan por eso, en mi opinión, son el reverso de lo que critican.
Nadie se equivoca cuando vota por quien quiere y puede votar por quien quiera sin equivocarse. Es una decisión sin fiscalía. Lo que hagan los elegidos es solo parcialmente, muy parcialmente, responsabilidad de quienes votaron por él.
Sé que esto se vuelve un tema polémico cuando pensamos en los votantes que llevaron a Hitler, a Mussolini o a Hugo Chávez al poder. Pero en todos esos casos es claro que el poder destructivo y tiránico que estos personajes llegaron a tener lo obtuvieron después de los votos, con técnicas de golpe de Estado y anulación de los votantes.
En todo caso, la materia de trabajo de quienes quieren que los votantes arrepentidos reconozcan que en la siguiente elección cambiarían su voto no son esos votantes arrepentidos, que en lo fundamental ya lo han cambiado dentro de sí.
Si de lo que se trata es de convencer votantes, a quien hay que dirigirse no es a los arrepentidos sino a los no arrepentidos. Pero, sobre todo, hay que dirigirse a los que no votaron la vez anterior.
Como en muchos países, la inmensa mayoría de los votantes de México votan sin gran información ni gran convicción, deciden su voto mayoritariamente en la última semana antes de la elección. Los votantes leales, lo que llamamos el voto duro, sea por tradición o por ideología, es cada vez menos importante en México.
Lo extraño y acaso peculiar de México es que el abstencionismo es mayor entre la gente más educada y de mejor nivel socioeconómico.
Lo ha estudiado microscópicamente Carlos Hernández Torres, cruzando los datos de votación con los de educación y con los de bienes económicos que se tienen en el hogar, según los registros del Inegi (aquí su lectura sobre esto en la Ciudad de México:https://bit.ly/30HF6Pq).
La conclusión de Hernández Torres es notable: en México, entre más educación y más bienes económicos hay en el hogar, más se abstiene la gente.
La educación y el bienestar nos vuelven apolíticos.