Basta con recordar la icónica canción “Mercado de Villahermosa”, de Pepe Del Rivero, para trasladarse emotivamente a los pasillos del tradicional centro de abasto José Ma. Pino Suárez; aquel que de antaño te atrapaba en sus olores, colores, sabores, los colgajos de mercancías de henequén, plástico, madera o lámina. Ni qué decir de las yerbas y plantas nativas como el matalí, chaya, momo para el pescado; las descargas de verduras, frutas, tubérculos y otras mercaderías que se hacían en las márgenes del rio Grijalva, donde arremolinadas embarcaciones, cayucos y lanchas, realizaban transacciones y recarga a carretilleros, para luego trasladar los productos a locatarios del mercado.
De esto hace sesenta años cumplidos el pasado martes 22 de marzo, no escapan de mi memoria las imágenes de los armadillos, hicoteas, pejelagartos, pijijes, iguanas o patillos para la venta; lo mismo que las aves de corral emplumadas, no aliñadas: patos, gallinas, pollos, guajolotes, todos colgados de un garrote, o los huevos envueltos en hojas de joloche.
Ya parece que cuando el cálido ambiente de la provincia tabasqueña agitaba los sentidos de los paisanos, veo como la choca de enaguas floreadas dejaba caer de la jícara a la olla de barro el espumoso chorote para saciar la sed; eso sí, acompañado con el típico dulce de melocotón, camote envuelto en joloche, papaya, cocoyol y la mercocha en hojas de naranja.
En sus pasillos también podíamos encontrar locales y venteras de pan de huevo, queques, torrejas de yuca, tortillas de maíz nuevo, tamales de frijol, pejelagarto y una variedad de dulces de frutas como la grosella, nance, ciruela, naranja. O las frutas exóticas como el marañón, vainas de cuajinicuil, caimito, chicozapote, mamey, la hondura o la castaña cocida. Quizá deleitarnos con la mantequilla natural del chinín untado con sal en una tortilla gruesa, o acompañando un guisado con aguacate.
Tal como lo describe la canción, este mercado de la provincia mexicana dio paso a muchos mercaderes que imprimieron su personalidad al lugar, con olor a pan de huevo, a queso y requesón, tamalitos de maíz nuevo, longaniza y chicharrón. Eres rey del chanchamito, la pigua y el camarón, también del pescado frito, mercado de Villahermosa te dedico mi pregón. Así fue como Pepe Del Rivero captura las esencias del José María Pino Suárez en aquellos tiempos.
Ahora correspondió a Yolanda Osuna Huerta, alcaldesa del Centro, celebrar un aniversario más de este emblemático lugar, cobijado hoy por un nuevo edificio. Consciente de la importancia de este sitio, la edil manifestó que se trabaja sin escatimar esfuerzos en su conservación, mantenimiento y limpieza. Informó que en coordinación con el gobierno del estado, a través del CEAS, el Sistema de Agua y Saneamiento SAS y el Instituto Municipal de Integración de Tecnologías, Energía y Agua IMITEA, realizan diversas acciones en el drenaje fluvial y sanitario de la zona para mantenerlo en condiciones óptimas de servicio.
De igual manera –dijo-, ya se ha convenido con una empresa para dar mantenimiento a las rampas eléctricas, elevadores y montacargas. Se invierten tres millones de pesos, a efecto de que su funcionamiento sea permanente y sin fallas. También se gestionan con algunas instituciones financieras la instalación de cajeros automáticos y una sucursal del Banco del Bienestar, además de otras acciones y trabajos que se realizan por la seguridad del lugar y los visitantes.
Como complemento, fundamental para nuestra cultura, exhortó al consumo de lo nuestro, no solo por la riqueza incomparable de los productos que nos da esta tierra y que podemos encontrar a la mano, sino porque así dinamizamos e impulsamos la economía local. La verbena y celebración fue amenizada con el sonido de la marimba para no desentonar. Y la fiesta sigue todo el año con el alborozo de quienes acudimos un día sí y otro también al mercado de Villahermosa…