TEMAS QUE UNO NO AFRONTA, nos confronta. Podemos rehuirlos por mucho tiempo, pero llega el momento en que se nos imponen. Sean estos de la índole que sean. Uno puede pasar el día entre las ocupaciones y las prisas e ignorarlos, luego en la noche antes de dormir llegan lenta o abruptamente, como fantasmas o como sombras. O en el sueño, caray, de donde no podemos escaparnos e ignorarlos. O al despertar. Y entonces sí, a confrontarlos.
MIRO EL HORMIGUERO. Me detengo y veo el amontonamiento de arenilla y sé que dentro, hay miles y quizá millones de hormigas en una especie de colonia o ciudad. Andan en su misión de vida. Cargan sobre su cuerpo material que encontraron en el exterior y regresan para dejarlo en sus depósitos y así seguir los mismos pasos de su vida. Hasta que les echan veneno en polvo o líquido. Ellas no saben qué sucede. Quizá le echan la culpa a las fuerzas de la naturaleza.
MIRO EL TÚNEL EXTERNO por donde en su interior transitan los comejenes. Allí van en la oscuridad haciendo, viviendo. Buscan madera sea en muebles o en el papel y con sus fuertes quijadas logran alimentarse para seguir en la existencia y reproducirse y continuar en su aventura, como el Itaca humano. Adiós querido libro, adiós cómoda silla. Destruidos por la cadena alimenticia que como eslabón nos mantiene vigentes y atados a este destino.
YO NO RESISTO. Y busco la manera de exterminarlas. Les hago la guerra para salvar las decenas de libros y los pocos muebles de madera que me quedan. Porque ellas buscan y encuentran. Porque es su manera de alimentarse. Porque bioquímicamente se corresponden. Porque estamos cerca unos de otros. Yo les hago la guerra. Y ellas corresponden defendiéndose. Ellas se han multiplicado lo suficiente para resistir persistiendo por los siglos de los siglos.
YO ME HE SOÑADO HORMIGA y comején. Y le encuentro sentido a la vida en esas condiciones de individuo entre la población. Amo la madera porque me nutre. La busco hasta encontrarla. Y nos sentimos felices en toda la población, mis compañeras hormigas o termitas. Y no comprendo cómo de pronto monstruos sangrientos como dioses nos hacen la guerra y destruyen nuestras poblaciones. Monstruos gigantescos nos echan agua caliente con jabón u otro líquido que nos quema. No comprendemos esa insania, esa mezquindad. Si como especies somos iguales para la naturaleza. Son como dioses, los destructores.
"UN DÍA LLEGARÁ en que yo, de tanto ir y venir rodando, el cuerpo me dirá que no, que pare que ya está cansado...", del compositor Rafael Pérez Botija canta José José. Se refiere en su canto en que está consciente que llegará a la etapa de viejo y que antes de morir quedará poco a poco en el olvido, y la gente ya no verá al cantante exitoso que pisa los mejores escenarios, sino al viejo que en un parque cualquiera como gavilán decrépito "echa a las palomas pan". Antes de terminar la canción, cae el cantante. Los espectadores que lo aman, o aman su manera de cantar, le siguen grabando. Años después recuerdan ese momento viendo las fotos o el video de José José tirado en el escenario.
EL HOMBRE TIENE ANTE SÍ LA VACA. Es de madrugada. La vaca ha estado amarrada varias horas a un palo. Será ejecutada para su venta. El matador, carnicero a la vez, insensible a los mugidos lastimeros entierra el punzón directo al corazón. Tiene experiencia. Luego con sus ayudantes la empieza a partir en canal, para quitarle el cuero, las vísceras. Es oscuro aún. La luz en pocos minutos empezará a hacer su presencia. Luego de dos horas desde que iniciaron, ya tienen la cabeza, piernas, costillas en los ganchos. Satisfechos aunque cansado, se lavan las manos con la sangre y empiezan a llegar los compradores para llevar de un kilo o dos. De una parte u otra. Y la vaca ya no existe más. Hasta perros de calle alcanzan sus huesos que apenas tienen sabor de carne y sangre. Sabroso el bistecito con salsa mexicana en mi mesa.
EL HOMBRE CRUZÓ LA CARRETERA. Era de noche y no andaba en buenas condiciones. De un lado la fiesta. Del otro lado la tienda donde fue a comprar cigarros. De regreso no vio a un auto que venía. O lo vio o quiso ganarle el paso. No se sabe bien a bien. El auto lo atropelló. Y en plena oscuridad en ese tramo, los demás autos no vieron el cadáver y siguieron pasando. Uno. Cinco. Diez. Tampoco se sabe cuántos.
IBAN MÁS O MENOS 159 personas. Quizá más. Migrantes todos ellos y de varias edades. Llevaban varias horas de viaje. Irrespirable en el interior. Los dos hoyos por donde entraba el aire no eran suficientes. Ella con sus uñas trataron de hacer los huecos más grandes. Empezaron a caer desmayados. Al trailer le hicieron la parada unos policías de retén. El chofer se abanicó. E hizo la finta como que se iba a parar. Y ya casi llegando le aceleró. Dos patrullas lo empezaron a seguir. Así como por cinco kilómetros. Le disparaban los policías a las llantas. Finalmente el trailer se volcó. El chofer logró huir entre los matorrales. Solo se salvaron, extenuados, 15 personas.
SE EXPENDEN PERMISOS PARA CACERÍA. Está el anuncio. Más adelante está el campo de cientos de hectáreas. El turismo nacional y extranjero llega a ese lugar. Hay de todos los servicios. "Caza deportiva", dice un anuncio. La publicidad la tienen también en varios medios y en las agencias de viajes ofrecen ese servicio. "Todo para la Caza". Jugoso negocio. Hasta cinco piezas. Hembras no, "porque nos multan", dice el encargado. Nomás por eso. En la madrugada se miran las fogatas. Y los animales colgando. Los hombres ríen y beben cerveza. O café.
EN EL COLISEO ROMANO la lucha era a muerte. Gana el que sobrevive. Así se vio en un video reciente en 2023. Gana el que sobrevive. Y se miran las distintas maneras de asestar los golpes. Hombre contra hombre. Como en el juego del toma todo. Todos ponen el cuerpo. Y según la suerte, toca dar o recibir golpes.
EN LA PLAZA MÉXICO vuelve el espectáculo. Un hombre y un toro en el centro. Miles de toros y novillos aplauden desde las gradas. Más cornadas da el hambre, escribió lacónico Luis Spota.