Andrés Manuel López Obrador ganó la presidencia de México en un momento clave de la historia de nuestro país. En un momento en que la burguesía había perdido ya la capacidad de gobernar a la nación. 2018 puso en evidencia la ineptitud de la clase política de dirigir los destinos de la nación mexicana, envuelta ésta en una maraña espesa de problemas internos, de problemas surgidos por largos sexenios de malos gobiernos, antinacionales y corruptos. Y nos referimos aquí a los gobiernos neoliberales privatizadores que a partir Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, por encima de la Constitución, remataron los bienes que pertenecían a la nación. Con Salinas surgió la "mafia en el poder" embarrada, de consuno, de un pasado saturado de corrupción, "mafia" que llevó al país casi al precipicio.
En el momento histórico en que AMLO gana la presidencia, las clases sociales, ricos y pobres, habían llegado a un grado extremo tal de polarización tan peligrosa, que la burguesía en México ya no pudo controlar la difícil situación política del país. De haber continuado las políticas neoliberales, contaminadas de corrupción, la polarización entre ricos y pobres hubiera continuado y puesto en riesgo, aún más, la estabilidad política del país. México se hubiera seguido hundiendo en un endeudamiento crónico, en devaluaciones permanentes y en catastróficas crisis financieras y monetarias sexenales.
Históricamente la polarización empezó a ensancharse, sin duda, a partir de la aplicación de las políticas económicas neoliberales iniciadas principalmente por Carlos Salinas de Gortari. Con la euforia privatizadora que inició este presidente, se inició la destrucción del estado empresario y benefactor surgido con la revolución y que realizaba un papel conciliador entre las clases sociales, venidas de un México bronco. En la cúpula de ese enorme estado propietario se encontraba el poderoso presidente, dueño de almas y destinos en aquellos años. Y como escudero, a la diestra del poderoso Tlatoani, estuvo montado por más de 50 años lo que fuera aquel poderoso PRI, partido de estado, que a través del cual se distribuían entonces gubernaturas, senadurías y diputaciones: era entonces ese partido la gran aplanadora invencible de las elecciones.
Con la privatización del patrimonio nacional y el desmantelamiento del estado empresario y conciliador sólo quedó de aquel poderoso PRI un membrete. De aquellos poderosos sectores que conformaban las bases de aquel PRI: CTM, CNC y CNOP, sólo quedaron en el recuerdo y en los libros de historia. Las oficinas del PRI de 16 de septiembre en Villahermosa, que antes permanecían abarrotadas, hoy son un elefante blanco y abandonado.
Pero volvamos al tema central de estas reflexiones. Al desaparecer el estado empresario, benefactor y conciliador, las clases sociales, polarizadas por las políticas neoliberales, pocos ricos cada vez más ricos y más pobres cada vez más pobres, entonces la lucha de clases era inminente al no haber ya un estado conciliador. Es aquí donde entró en juego la figura histórica de Andrés Manuel. Él ha venido jugando un papel medular en la unidad de la nación y no ha caído en provocaciones que inducen a la fractura a pesar de los insultos y las calumnias.
Aunque la miopía de la oposición no lo quiera ver así, AMLO no ha caído en radicalismos extremos de izquierda, ha respetado la economía capitalista, ha fortalecido sus bases y la ha saneado, ha saneado también al aparato de gobierno: ha mantenido un peso sólido y lo ha alejado de una posible devaluación; dentro de la ola inflacionaria mundial ha logrado mantener bajo control a la inflación; lejos de endeudar al país ha venido pagando parte de la deuda. Siguiendo una estrategia keynesiana ha estimulado la economía y el empleo con inversión pública y con mucha obra: el efecto multiplicador de esa inversión no se ha hecho esperar, la inversión extranjera y nacional han crecido como nunca; los hombres de negocios deben estar de plácemes. México además es el país que tiene la cartera más limpia y sólida en el Fondo Monetario Internacional y cuenta con una Línea de Crédito Flexible por 47 mil millones de dólares. Los programas sociales han contribuido como nunca a la estabilidad social. Aunque suene contradictorio, la burguesía debe estar de plácemes porque AMLO y Morena están salvando al país de caer en el precipicio. Ojalá que la doctora Claudia Sheinbaum continúe por el mismo camino de la 4T.