Poder presidencial y tiempo: AMLO, el sexto año; democracia y agenda pública

Con audacia, a veces riesgosa, López Obrador ocupó los instrumentos legales a su alcance y empeñó su legitimidad en la presentación de 20 reformas constitucionales

NO HAY PROCESO humano que resista la prueba del tiempo, plantean historiadores y sociólogos. «Pues todas las cosas se marchan y dejan su sitio a otras», apunta un proverbio griego. Con mayor insidia y realismo, el filósofo Séneca dijo: «no se puede sostener una máscara durante mucho tiempo».

El sexto año de gobierno en México, tradicionalmente, implica un poder menguante. Los presidentes en su sexto año semejan fantasmas tenues, como las palabras que se escriben en la arena y que la marea se encarga de borrar. Hay un traslado de poder, en el sexto año, que significa la erosión pública del presidente todavía en funciones. Existe, como ambiente social y burocrático, el deseo de voltear a otra parte, hacia donde soplan los vientos del poder entrante. El candidato del partido hegemónico, en otros tiempos, acumulaba para sí reflectores y desplazaba el polo del poder oficial. Tiempo de visitar al delfín, para engrasar las ruedas del poder, so pena de quedar triturado.

Ocurría la famosa "cargada", o la "estampida de búfalos", con miras a no quedar fuera de la nómina o de los favores del futuro.

Todo lo anterior, no se ha cumplido en lo que va del sexto año de gobierno de AMLO. ¿Cuál es el secreto?, ¿en dónde se encuentran las fuentes que prolongan el poder político y la influencia pública del presidente López Obrador? Veamos este punto a partir de una premisa: el poder político con base democrática no se construye ni se ejerce en soledad. Los adversarios de López Obrador lo adjudican a la debilidad de la sucesora. 

EL MOVIMIENTO SOSTIENE IDEAS

UN MOVIMIENTO SOCIAL que triunfó en las urnas, necesita liderazgo firme, visible y carismático para vencer políticamente. Esto puede estar pasando con Morena en estos tiempos. Así, ese liderazgo construye arraigo popular. Hay una conexión profunda que se establece entre el líder y la ciudadanía, sus simpatizantes en vez de mermar se sostienen o aumentan. Un aspecto que sus adversarios no consideran: esta conexión se articula con cercanía física y terracería, sin escenografías ostentosas. Los políticos opositores no aprendieron esta lección y perdieron un tiempo precioso tratando de descalificar a AMLO por vías tradicionales (mediáticas, desde espacios públicos que controla el círculo rojo) sin reparar en que la legitimidad de AMLO viene de otra fuente: el arraigo popular vía liderazgo genuino de un movimiento social.  Imaginemos a una oposición yendo al terreno desde un principio, consultando, construyendo un proyecto, realizando autocríticas.

Pero, como han señalado estudiosos como Lorenzo Meyer: los adversarios de AMLO vivieron el sexenio en el negacionismo permanente. Llegó el sexto año, de crucial disputa por el poder, y no estaban preparados con propuestas alternas de nación, salvo el retorno al pasado con vocabulario nuevo (Frente Fuerza y Corazón) y una apuesta por redes virtuales para llegar (sin ideas claras) a los jóvenes de clase media alta (Movimiento Ciudadano). Esta improvisación sobre las rodillas, produjo un sexto año atípico al llegar las campañas presidenciales.

Con audacia, a veces riesgosa, López Obrador ocupó los instrumentos legales a su alcance y empeñó su legitimidad en la presentación de 20 reformas constitucionales (5/02/2024) que esperan turno en el Congreso.

Hay quienes advirtieron: con ello condiciona a la candidata presidencial de su propio movimiento. Podría simplemente aceptarse tal afirmación, o puntualizar una diferencia crucial para el ejercicio del poder con base en un movimiento social: importan las causas, no sólo las personas que las enarbolan. Esto explicaría que Claudia Sheinbaum diera luz verde, en su programa de gobierno, a las reformas que propone AMLO. Son dos puntos de vista.

DEMOCRACIA Y PODERES EN PUGNA

EL TIEMPO SE TERMINA, en sentido institucional, para López Obrador como Presidente. En estos días, prosigue un tenso conflicto entre poderes, con el Poder Judicial ordena una investigación contra personal que trabajó para el exministro Arturo Zaldívar, que renunció para sumarse a la campaña de Sheinbaum. Con firmeza, AMLO reitera su apoyo a Zaldívar, y el ambiente social parece propicio para uno de los grandes pendientes de la 4T: la reforma estructural del Poder Judicial.

López Obrador defiende su apuesta democrática, aunque sus adversarios alegan «sed de poder, autoritarismo» y «una nueva dictadura perfecta» (Mario Vargas Llosa). En política, la legitimidad desde donde se habla respalda las palabras y las ideas. A juzgar por las encuestas sobre aprobación de su gobierno y su persona, AMLO no ha fallado en tiempo ni en la agenda del movimiento que ahora, bastón de por medio, encabeza Claudia Sheinbaum. Serán otros tiempos y el mismo movimiento proyectado hacia pendientes urgentes y nuevas metas. Desde Palenque, otros serán los tiempos de AMLO, mientras la República espera la consolidación de una visión diferente en el ejercicio del poder. Algunos esperan la tradicional ruptura entre quien llega y quien se va; el obradorismo apuesta a la continuidad en un segundo nivel del proyecto. Ya faltan sólo 45 días para la cita en las urnas.

(vmsamano@hotmail.com)