(Segunda parte) Desde que el hombre empezó a dejar constancia de sus sueños, escribió don Alfonso Reyes, ya existía el presagio de un nuevo mundo. En su libro “La última Tule”, don Alfonso nos dice que ya en el antiguo Egipto, 3000 años antes de Cristo, desde que el mitológico Anubis presidía a los muertos en alguna parte de Occidente, siempre existió “…la idea de que al Occidente quedaba cierta región por descubrir”: El presagio de América le llamó don Alfonso Reyes.
Platón, educado en Egipto durante 13 años, planteó en los Diálogos el Timeo y en el Critias, la existencia de la Atlántida que, según las creencias egipcias, existió cerca de las columnas de Hércules, en el Occidente del Mediterráneo.
Nos dice Platón en el Timeo que “…grandes temblores de tierra dieron lugar a inundaciones; y en un solo día, en una sola noche fatal, la tierra se tragó a todos nuestros guerreros, la isla Atlántida desapareció entre las aguas…”.[1] Y en el Critias o la Atlántida, nos dice:
“…pero que hoy sumergida por los temblores de tierra no es más que un escollo que impide la navegación y no permite atravesar esa parte de los mares”[2].
Séneca en su obra Medea, anunciaba el presagio de un nuevo continente hacia Occidente. Nos dice: “Vendrán tiempos en el transcurso de los años, ante quienes Océano abrirá las puertas de las cosas, y quedará a la vista una tierra ingente, un nuevo continente. Y Tetis (el mar) nos revelará nuevos mundos. Y Tula no será ya el último confín de la tierra”.[3]
En el comentario anterior vimos que el europeo de la Edad Media no aceptaba la idea de un cuarto Continente pues ello contradecía el dogma de que el mundo estaba hecho a imagen de la Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo; tres Continentes; tres razas.
Murió Colón, hombre de la Edad Media, con la creencia de que había llegado a la costa oriental de Asia, a Cipango, lo que hoy es el Japón. Nunca pensó en un cuarto Continente. Lo que le salvó la vida y a sus tripulantes, fue que ya internados en la inmensidad del Océano Atlántico, se les atravesó un desconocido nuevo Continente. Por eso el nuevo Continente no lleva el nombre de Colón. ¿Y por qué el de América?
Pedro Mártir de Anglería fue el primero en dudar de que se trataba de tierras asiáticas: así lo escribió en una carta del 1 de octubre de 1493. Discrepaba de Colón que en sus cálculos redujo la circunferencia de la Tierra y agrandó el tamaño de la Ecúmene por lo que pensaba que las costas de Occidente europeo y del Oriente asiático estaban cerca. Sin embargo, Pedro Mártir no pasó de esa duda[4].
En 1504 el florentino Américo Vespuccio en un pequeño libro titulado Mundus Novus, sostuvo la idea de un cuarto Continente. En él nos narra el viaje que hizo a este cuarto Continente en 1501. Nos dice: “…llegamos a una tierra nueva que encontramos que es tierra firme {…}. Llegué a la parte de las Antípodas, que por mi navegación es la cuarta parte del mundo {…}. Supimos que aquella parte no era isla sino un Continente porque se extiende por larguísimas playas y están llenas de innumerables habitantes {…}. Yo he descubierto el Continente habitado por más multitud de pueblos y animales que nuestra Europa o Asia o la misma África, y he hallado que el aire es más templado y ameno que en otras regiones”.
Al año siguiente, en 1505, se le publicó otro texto titulado Carta sobre las islas recién halladas en los cuatro viajes, donde abunda aún más sobre sus descubrimientos realizados. Este texto y un amplio mapa llegó a manos del duque de Lorena, Renato II, quien entregó la carta y el mapa a miembros de la academia que él mismo había fundado en la Abadía de Saint-Dié:[5]
El 15 de abril de 1507 se publicó la obra con el título “Introducción a la Cosmografía”, acompañada de un planisferio. La publicación resultó ser memorable porque en ella se le daba el nombre de América al nuevo Continente que el florentino Américo Vespucio dijo haber descubierto. En la misma introducción Matías Ringmann escribió: “Mas ahora que {…} otra parte del mundo ha sido descubierta por Americus Vesputius, no veo razón para que no la llamemos América, es decir, la tierra de Americus, su descubridor {…} así como Europa y África recibieron su nombre ya de mujeres”.[6]
[1] Platón, Diálogos, EDAF, Madrid, 1972, p. 856
[2] Ibidem, p. 956
[3] Séneca, Obras Completas, EDAF, Madrid, 1971, p. 905
[4] Edmundo O’Gorman, La idea del descubrimiento de América, UNAM, 1976, p. p. 32 a 37.
[5] Consuelo Varela, Revista, Historia, National Geographic, número 96, p. p. 82, 84 y 85.
[6] Ibídem, p. 85.