Hagamos la paz, no la guerra suelen decir muchos de nuestros líderes y/o políticos internacionales o nacionales.
Pero lo que hoy se hace en el mundo o en algunos países como el nuestro, ¿realmente es construir caminos y rutas que conduzcan hacia la paz?, ¿o simplemente esos discursos pacifistas quedan solo en eso?: en palabras huecas, demagógicas y vacías, trastocadas por la auténtica realidad que estamos viviendo.
En el plano internacional desde hace más de dos semanas el mundo se muestra convulso por una guerra en Oriente Medio que ha costado miles de vidas, ante el resurgimiento de un conflicto que data de hace más de 50 años y que había permanecido tranquilo hasta que grupos terroristas iniciaron sus ataques contra el pueblo de Israel.
Hoy los ojos del mundo están puestos hacia aquella región que se ha convertido en un grave foco de tensión por el conflicto entre Israel y Palestina que, inclusive, provocó la semana pasada la visita del presidente estadounidense Joe Biden con el fin de expresar la solidaridad del pueblo norteamericano hacia los israelitas.
La historia marca el origen del conflicto cuando en 1947 entró en vigor aquel plan de dos estados propuesto por la Organización de las Naciones Unidas y la declaración de Independencia de Israel, el 14 de mayo de 1948 cuando se inició la disputa territorial que se ha mantenido hasta hoy.
Ambas naciones cuentan con el reconocimiento de varios países, pero no de todos, precisamente, por las diferencias que existen entre ellos. De los 193 estados miembros de la ONU, 164 (85,4%) reconocen el estado de Israel y por otra parte, 139 del conjunto de miembros de las Naciones Unidas ( 72,02%) y dos estados no miembros han reconocido el estado de Palestina.
Pero hay de guerras a guerras. Hasta aquellas que empiezan a repercutir en otras regiones del mundo a causa del conflicto en Medio Oriente. Como por ejemplo, la guerra en los mercados financieros que, en el caso de México avizoran desde ahora alteraciones en las postrimerías del sexenio de la 4T.
Si, fíjese usted. Desde principios de este mes de octubre los mercados financieros parecieran haber entrado en una especie de volatilidad en detrimento de nuestra moneda nacional cuando vemos los altibajos que a diario está sufriendo el peso mexicano ante el dólar estadounidense.
Los reportes financieros reflejan el cruce en ambas monedas en un rango abierto con un máximo de 18.4669 unidades, y un mínimo der 18.2649 unidades por dólar. El índice dólar (DXY), del Intercontinental Exchange, que mide al billete verde con seis monedas de referencia, llegó a subir hace unos días de 0.05% a 106.31 puntos.
La preocupación por la guerra y las tasas bancarias de Estados Unidos, según los analistas financieros, hacen que la moneda mexicana perfile una caída semanal a pesar de la recuperación que obtuvo el viernes pasado cuando el cierre oficial se ubicó en 18.0680 unidades acumulando una depreciación de 20.11 centavos o de 1.11 por ciento.
Pero al margen del conflicto Israel-Palestina y de la volatilidad en los mercados financieros, la que en los últimos días cobró mayor intensidad es la guerra soterrada que sostienen desde hace unos días los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial Federal derivado de la iniciativa presidencial aprobada en la Cámara Federal de Diputados con la cual se extinguieron 13 de 14 fideicomisos (en conjunto suman alrededor de 15 mil millones de pesos) que eran operados por el PJF.
Esa sí es una guerra abierta que ha provocado la movilización de trabajadores del PJF desde la semana pasada y que seguramente esta semana se incrementará, cuando en el Senado de la República tenga que someterse a votación aquella iniciativa que ya quedó aprobada por los diputados federales y que ha alterado la relación entre los Poderes de la nación.
Ante todo escenario, habrá quienes se continuarán preguntando en estos días ¿a dónde quedó la paz?, ¿dónde quedó la civilidad política?, ¿dónde quedó el respeto entre los Poderes de la Nación? Hasta qué extremo llegarán estos conflictos? ( altar_mayor@yahoo.com.mx)