"Los pleitos hay que ganarlos como propios y
perderlos como ajenos".
Anónimo.
TERCERA PARTE
EN ESTE TERCERA Y ÚLTIMA PARTE CONTINÚA EL RELATO DEL AUTOR SOBRE LOS JUECES, PARA CONCLUIR CONTÁNDONOS DE SUS CLIENTES. EN LA ENTREGA ANTERIOR REFIRIÓ DE UN ACTUARIO:
...había uno que era, sinceramente, repulsivo no solamente por su aspecto personal sino por su trato, al que había que manejarlo con mucho tacto. Porque de lo contrario tomaba represalias con argucias, como las de hacer perdedizos los expedientes o dar el "pitazo" a la contraparte. Además, para cumplir con lo que era su obligación, siempre pedía dinero con cualquier pretexto, es decir, exigía la clásica "mordida", esa viciosa práctica que creo jamás podrá erradicarse del ejercicio profesional en los trámites judiciales, mientras existan abogados que la incentiven.
Dentro de esos empleados recuerdo a un señor muy respetable que ni siquiera era abogado, pues su función era la de un simple notificador, pero llamaba la atención porque siempre usaba sombrero para protegerse del inclemente sol, como si se tratara de un campesino. Llamaba mi atención porque era de una conducta contraria a la del actuario al que me referí en el párrafo anterior. De él jamás supe que extorsionara a ningún litigante como era costumbre de otros que desempeñaban el mismo trabajo. Laboró muchísimos años en el Tribunal Superior de Justicia hasta que alcanzó su jubilación. Nunca supe que se hubiera presentado alguna queja contra él.
MIS CLIENTES
Cuando vine a radicarme de nuevo a mi terruño, después de haber realizado mis estudios profesionales en mi querida e inolvidable Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, recuerdo que como todo principiante, al abrir mi despacho casi no tenía clientes, pues me pareció que estaban renuentes a aceptarme porque no era yo egresado de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, aunque sí cursé mis estudios de secundaria y preparatoria en el glorioso Instituto Juárez.
Poco a poco fui dándome a conocer, y a través de los años llegué a tener muy buena clientela, pues siempre fui selectivo de ella, dentro de las limitaciones que tenía por los motivos expuestos con antelación. Por tradición familiar milité dentro del sector privado convirtiéndome en abogado empresarial, pues mi familia pertenecía a ese sector en el ramo comercial de abarrotes. Tanto así que me especialicé en Derecho Mercantil, aunque también manejé otras ramas jurídicas igualmente interesantes que me permitieron, a través de los años, hacerme de una buena clientela dentro del sector patronal, sobre todo en el campo comercial y ganadero, lo que me trajo varias satisfacciones, pues me permitió conocer a muchos de los grandes empresarios que movían la economía del Estado.
De la misma manera, excepcionalmente también asesoré a muchos obreros y campesinos a los que fui conociendo durante el desarrollo de mi vida profesional, pues a veces en las salas de audiencias me veían desempeñar mi labor y se acercaban para preguntarme en dónde se ubicaba mi despacho para ir a plantearme su problema. Eso me aconteció infinidad de veces, y así paulatinamente fue creciendo mi clientela hasta convertirme en un litigante multifacético, pues lo mismo patrociné a mis clientes en materia laboral, penal, civil, etc. En fin, siempre dediqué mi tiempo en el ejercicio profesional a tratar de defender causas justas, procurando no caer en las múltiples tentaciones que se van presentando conforme aumenta el volumen de los asuntos que van surgiendo, pues es una cadena interminable, puesto que unos van atrayendo otros y así sucesivamente. Sin darse uno cuenta va encarrilándose en esa vorágine que es el litigio. Pero indiscutiblemente es innegable que todo ello va dejando una huella indeleble en el transcurso de la vida de cualquier profesionista que haya tenido la fortuna de incursionar por ese vasto mundo de lo que es el ejercicio de la abogacía en cualquiera de sus facetas. (Dic. 5/24). FIN.