ESPERABAN, MAX, TU "PEQUEÑO SOL" en el cielo y partiste. Así de pronto. No hay más que aceptar lo que no se quiere. O querer que sigas entre nosotros, como todos estos años en que fuiste amigo y hermano. Y que más allá de las autoflagelaciones por no buscarte antes ni después de los encuentros fortuitos, como aquellas veces en el centro de la ciudad o en Chedraui de Las Américas, saludarnos como siempre, con efusividad. Y decirnos que sí, que hay que vernos un día de estos. Y seguir en el día a día, en eso que llamamos cotidiano haciendo cada quien la parte propia de la existencia, entre una metáfora, un trueno, un caballo galopante y la nostalgia por la vida que se va en cada suspiro.
ESPERA, MAX, QUE PONGA ESTA CANCIÓN de La Bohemia: "...Era el amor, felicidad/ La bohemia, la bohemia/ Era una flor de nuestra edad/ Debajo de un quinqué/ La mesa del café/ Felices nos reunía/Hablando sin cesar/ Soñando con llegar/ la gloria a conseguir/ Y cuando algún pintor/ Hallaba un comprador/ Y un lienzo le vendía/ Solíamos gritar/Comer y pasear/Alegres por París....."
AHORA TENDREMOS OTRA FECHA para vernos en el cielo y tomar el café u otro tipo de bebidas. Y recordar de la vida todos esos recuerdos. La Sociedad de Escritores Tabasqueños, que tú, junto con María Luna, Hilario, Luis Alonso, Fernando, Delia, Mario y tantos otros, por aquellos años del 92-93, hacíamos lecturas y oficios de protesta contra las instituciones de Cultura, que son otras y las mismas, Max, pero que no nos quejábamos, sino que hacíamos valer las palabras para que dijeran algo cercano a nuestro pensar sobre el servicio al público, foros abiertos, discusiones, lectura de obra, exposiciones y teatro y cosas por el estilo.
¿CÓMO QUE MURIÓ MAX, si lo acabo de ver apenas hace una semana? Me dieron la noticia así tan de repente sobre tu muerte, y seguro que te ríes. Sí, yo tengo un amigo que se llama Dios, y vi el mensaje apenas llegando al café: "Max ha muerto", me escribió Dios por el watsap. Y contesté con la sorpresa de no creerlo, porque te vi tan vital aquella vez. Y me acordé de tu pasión como poeta en lo que escribes, y de la nobleza de tu corazón, y así escribí ese pequeño texto de dos renglones: "El Pequeño Sol se expande ante el vasto cosmos: Maximino García Jácome, el poeta noble y transparente, ha muerto". Porque hiciste historia con tu hoja volante en ocasiones o cuadernillo con poemas escritos a máquina y reproducidos con un mimeógrafo y que alumbraba no como luciérnaga, sino como pequeño sol, las calles oscuras de la ciudad a oscuras, del mundo a oscuras, de las almas a oscuras, de la carne a oscuras.
DECIR QUE LOS RECUERDOS SE AGOLPAN es un lugar común, dirías. Y es cierto de que es lugar común y es cierto también que los recuerdos se agolpan. Ríete, Max. "Escribamos algo sobre la calle Peredo", nos dijimos muchas veces. Allí vivías, casi junto al Ríobamba. Y hacer la lista de a quienes le pediríamos que escribieran algo, un pequeño recuerdo, de quienes daban la vuelta al salir de El Submarino, y seguir ese huracán de palabras con sus juegos, en la algarabía de embriagarnos con poesía, con virtud o con vino, como planteara Baudelaire en su poema. Y darle vuelo a la hilacha con las risas, fuera Ramón de la Mora, el Negro Pino, Papo el uruguayo, fueras tú mismo o Manuel Barbosa, Fontanely y Efraín Gutiérrez y cualquier otro que se haya sumado a la bohemia delirante de aquellos años. Me dicen que allí fue Carlos Monsiváis. No estuve. Y me dicen que se agarraron a golpes dos amigos. Tampoco estuve.
"TOÑO, VAMOS A BACALAR", me llamaste un día. Porque te había invitado Ramón Iván, el maestro poeta, que fungía como director de la Casa Internacional del Escritor de ese municipio que tiene su laguna de los veintemil colores. Y te agradecí siempre ese detalle, que estuvimos allá, con Gerardo Grajeda, escuchando las conferencias deslumbrantes de Francisco González Shacha y del mismo Ramón Iván, con temas sobre la narrativa y la poesía en su amplia gama de subtemas, como el amor, el tiempo, la muerte y el deseo. Dime qué año fue, Max, tú que estás aún con la memoria intacta.
O LA VEZ QUE LLEVABAS solo lente zoom para la toma de fotos con tu cámara al Encuentro de Escritores del Golfo, en Acayucan, y que para la toma de fotos tenías qué alejarte como media cuadra de distancia, porque de cerca no se podía. Y nos escuchábamos luego en esas lecturas por turnos en los distintos foros en la casa de la Cultura y universidades donde conocimos a tantos otros escritores como Andrés Bolaños poeta y Samuel García, con quienes seguimos teniendo comunicación. ¿Y si hacemos el siguiente en Villahermosa?, me preguntaste, pues si me ayudan, claro que sí, y levantamos la mano para ser la sede en el siguiente año, que debió ser el 93 o 92, dime qué año fue, Max, que tu memoria sigue viva.
RECUERDA MAX CUANDO CERRARON los talleres literarios de un plumazo por decirlo literariamente. ¿Y qué vamos hacer? te dije. "Algo original hay qué hacer", fue tu respuesta a bote pronto. Porque analizábamos que los escritores no se reúnen muchos, ni para escuchar las lecturas de otros, y hasta leen y se van. Y esa vez ideamos junto con Moncho Bolívar un gran libro de cartón atravesado por un puñal y chorreando sangre, que hizo Gutemberg Rivero, nuestro amigo artista del papel engomado, que no le gustaba dijéramos papel maché. Y lo pusimos a la entrada del palacio de la Cámara de diputados. Todos como protesta y desplegamos una manta en protesta en el momento en que la Secretaria de Educación de ese tiempo empezara su comparecencia. Corrígeme, Max si me equivoco.
NOS TOMAMOS EL CAFÉ TAMBIÉN en la Alianza francesa, con Doña Carmen y su marido, que bien nos atendían. Por allí llegaba Fernando Nieto y Andrés González Pagés. Y de allí nos íbamos a recorrer otros lugares culturales para seguir platicando de talleres literarios, haciendo planes para lecturas públicas no solo en recintos oficiales sino también en mercados y plazas públicas, y componiendo el mundo como si no fuera tan necesario. Y nos sumábamos la organización de eventos. Pero nos unía el coordinar ese amplio grupo de talleres literarios como una red que abarcaba todos los municipios, junto con Miguel López Cervera, Níger Madrigal, Francisco magaña, Pancho Murillo, Efraín Gutiérrez y muchos otros.
"QUÉ ONDA, TOÑO", ME DECÍAS. Y yo te preguntaba igual, Max, con esa tranquilidad al encontrarnos y platicar sea en el Instituto de Cultura cuando coincidíamos, en algún evento, o de manera fortuita como esa última vez hace unos días, apenas, en Chedraui, donde andábamos de compras. "¿Y qué cuentas de nuevo?", uno a otro. Y nuestras respuestas esperanzadas, y "oye, no se nos olvide hacer la recopilación de anécdotas sobre Peredo". Y de seguro las vamos hacer allá en el cielo a donde has partido con un pequeño Sol en la mano como cometa para seguir en esa ruta del vuelo infinito, destino natural de todos los seres que habitamos este planeta en la infinidad del cosmos.
ESPÉRAME, MAX. Deja que lea este fragmento: "...si alguna vez, en los escalones de un palacio, sobre la hierba verde de un foso, en la soledad sombría de tu habitación, te despiertas, disminuida ya o disipada la embriaguez, pregunta al viento, a la ola, a las estrellas, al ave, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntale la hora que es. Y el viento, la ola, la estrella, el ave, el reloj, te responderán:
–¡Es hora de emborracharse! Para no ser esclavos martirizados del Tiempo, embriágate, embriágate continuamente. De vino, de poesía o de virtud; de lo que te plazca.
"QUÉ CANCIÓN PONEMOS, MAX". Pongan la que quieran, sea alguna de Serrat, Silvio, de Sabina o del Aute. Así respondía ante esa pregunta, de la que ya sabíamos su respuesta. Noble, sencillo y prudente, el buen Max, Maximino García Jácome ha muerto. Descanse en paz.