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Si bien el presidente abrió explícitamente el proceso sucesorio desde hace un año

Si bien el presidente abrió explícitamente el proceso sucesorio desde hace un año, el informe de ayer puede considerarse como el acto formal de la apertura del proceso, puesto que la candidata o candidato oficial habrá de adquirir esa condición antes del quinto informe presidencial.  De esa manera, el acontecer político a partir de ahora estará orientado hacia el proceso electoral.  Tengo cuatro observaciones al respecto.

Una. – Empoderado por su popularidad, el presidente mantendrá sin modificaciones su plan de gobierno, consistente en hacer recortes presupuestales importantes que le permitan sostener el desarrollo de Dos Bocas y el Tren Maya, así como fortalecer los programas sociales. No habrá redefiniciones de estrategias. El presidente continuará su marcha sustentado en la firme convicción que emana de la magia de los “otros datos”.

Dos. - Se intensificará la retórica en contra de las instituciones, grupos e individuos que coyunturalmente sean identificados como obstáculos para su real objetivo, que es que él y su partido conserven el poder. Seguirá gobernando como si estuviera contendiendo.  Tendremos dos años más de campaña permanente. 

Tres. -  El fuego amigo será el problema mayor. El camino que va forjando Ricardo Monreal podría convertirse en la piedra del zapato.  Si el presidente consigue contenerlo, el viaje resultará más sencillo.

Cuatro. - Si eso ocurriera, podrá conducir el proceso prácticamente a su antojo porque enfrente tendrá una oposición muy pobre.  Calificarla de cero-a-la-izquierda termina siendo un halago.  La gran mayoría de los miembros de la clase política leyeron la realidad y el sexenio de López Obrador de acuerdo a la partitura que él les puso enfrente: confrontaron, asumiendo que informaban; buscaron doblegarlo para derrotarlo en el 24, pensando que podrán retomar el rumbo con sólo corregir desvaríos; exhibieron corrupción y malos resultados de su gobierno pretendiendo destruirlo.  No entendieron que no entienden.  No entendieron que nunca han entendido.  López Obrador se mantiene firme porque ha sabido conectar con la gente desde hace más de veinte años, nombrando sus problemas, denunciando a los malos gobernantes, construyendo un enemigo y ofreciendo soluciones simples, entendibles y ahora, como presidente, fortaleciendo sus clientelas electorales. A ningún partido se le ocurrió hacer trabajo de campo; acercarse a las poblaciones vulnerables, a los grupos marginados.  Los partidos de oposición nunca se dieron cuenta que, aunque oposición, desde el discurso populista del presidente ellos continúan siendo los depredadores; siguen siendo el enemigo, el grupo indeseable. No se han dado cuenta de que, aunque esté formalmente en el poder, López Obrador continúa siendo la voz opositora, la promesa del futuro que, inteligentemente, el presidente posterga, pero con otros datos crea la ilusión de ir forjando el camino correcto. “Vamos bien”, repite cuantas veces le parece pertinente.  Carente de visión, la oposición no entendió que debió trabajar social y políticamente con los grupos que podrían inclinar la elección a su favor.  No lo hicieron. Caro les saldrá.