Con mis disculpas a quienes piensan diferente. Confieso estar extremadamente orgulloso de sentirme parte de esta vigorosa transformación de la vida pública de México –la cuarta– y de apoyar sin remilgos el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador. Hoy lo confirmo y lo subrayo en un día inolvidable: 1 de julio, cuatro años del triunfo arrollador en las urnas y la puesta en marcha de la operación de la Refinería Olmeca en Dos Bocas, Paraíso, Tabasco. Breve plazo para un gran paso.
Comienzo por el tema de la refinería. Desde sus primeros documentos de proyecto alternativo de nación, López Obrador postuló la importancia de asegurar la soberanía energética, cuando el país estaba sometido a un régimen que se distinguió por la renuncia a ser un país independiente y soberano; que entregó al particular, mexicano o extranjero, los recursos naturales del país, principalmente el petróleo, incluyendo a la industria petroquímica y de fertilizantes; en momentos en que los “expertos” auguraban el fin de la época del petróleo y el inicio del de la electricidad; contra viento y marea y contra una “opinión pública” dispuesta a hacer fracasar el proyecto transformador, el compromiso del hoy Presidente se mantuvo y la historia le está dando la razón: el petróleo se cotiza a más de 100 US Dlls el barril y una refinería grande paga su inversión en menos de tres años, con un panorama internacional marcado por la guerra que no muestra signos de pronta solución.
En menos de cuatro años la importación de gasolinas y diésel ha disminuido del 70 al 40%, mediante la recuperación de la capacidad en las seis refinerías existentes, la compra de la parte accionaria de Shell en Deer Park. La construcción de la refinería de Dos Bocas que hoy comenzó a operar, más dos coquizadoras en Tula y Salina Cruz, alcanzarán para cubrir el 100% de la demanda nacional.
Un aspecto nodal a considerar: la fabulosa inversión implícita en todas estas obras se hace con recursos del erario sin deuda pública. Vale decir que el Fondo Monetario Internacional jamás habría avalado créditos del mercado mundial para estos proyectos, contravienen sus principales exigencias, particularmente la de la desaparición del estado en la actividad económica (neoliberalismo puro y duro); ni siquiera se les preguntó. Las famosas calificadoras de deuda pegaron el grito en el cielo y redujeron la calificación de la deuda mexicana, cosa que ya hoy han enmendado reconociendo el correcto manejo financiero del estado mexicano; no así sus obnubilados y minusválidos críticos domésticos.
Todo el recurso sale del erario por el combate a la corrupción y por la austeridad republicana en la función pública. Muchos intereses han sucumbido entre las patas de estos vigorosos caballos, incluso intereses legítimos de beneficiarios de programas y fideicomisos públicos marcados por el derroche de sus burocracias. Perdón por las molestias que les causan estas obras.
Por otra parte, la fecha coincide con la del informe trimestral de gobierno, en el que, además de lo relacionado con la soberanía energética, el Presidente dio cuenta de avances sustanciales en todo el programa comprometido. El estado de bienestar, con recursos para los más necesitados y para la inclusión de los jóvenes y los pueblos originarios, ambos abandonados por años; la educación y la salud, ambos derechos constitucionales incumplidos y privatizados. La infraestructura para el agua y las comunicaciones registran apoyos nunca vistos. La política exterior de dignidad y compromiso con principios, principalmente con la nación más poderosa al otro lado de nuestra frontera, con quien estamos estrechamente imbricados en lo económico y lo social. La procuración de la paz ha sido el reto más difícil, pero hay avances de significación que avalan la bondad de la estrategia adoptada.
Les invito a analizarlo con mesura y visión justa. Les invito a gozar del orgullo y la arrogancia de ser mexicanos. Salud.