México demanda soluciones estructurales en unión de sus Democracias Participativa y Representativa, la ciudadanía y el gobierno que en la ecuación la primera mandata por voluntad popular a la segunda para representarle en sus intereses, con de proveerle justicia social, sin objeción alguna; no desviar la atención ni pretender justificar sus incompetencias que sin recato alguno conducen a corromperse al grado de un precario estatus quo como bicentenaria nación desde este 4 de octubre de 2024, que no honra su soberanía constitucional
Los tiempos y circunstancias de este país, que tuvo todo para constituirse como una potencia genuinamente autosuficiente y no cargar ni siquiera con una insultante deuda de 16 billones 30 mil 700.7 millones de pesos, monto, equivalente a 47.2% del Producto Interno Bruto, con corte al segundo trimestre de 2024, conceptualizada como el Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público, según el comunicado No. 047 fechado el 30 de julio de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público,
La transición de poder presidencial del 1 de diciembre de 2018 de manera inherente heredó una deuda de 11,019,212.3 billones de pesos, consignado por el comunicado 042 de 30 de abril de 2019, emitido también por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
El comparativo de una delicada información difundida incluso por la propia instancia gubernamental, no haya explicación más allá de lo técnico financiero para justificar un exorbitante crecimiento del 68.75 por ciento sobre un pasivo que se aseguró que no sucedería. Aunque con el conocimiento de la situación precaria no había otra opción para solventar la sustentabilidad nacional.
El Paquete Económico de Ingresos y Egresos de la Federación de la actual gestión administrativa a priori presentará un esquema similar; sin embargo, deberá ser responsable en el establecimiento de reglas de operación para que un ineludible déficit plantee la gradual disminución que le dé cause en el equilibrio, inherente a una eficiente recaudación tributaria de la base de contribuyentes con actividad empresarial, profesional, entre otras ramas; además de incorporar a quienes se hallan en la informalidad.
La deuda como país ha sido un ancestral lastre en el devenir, con etapas álgidas como la declaración de moratoria asumida en los tiempos de un convulso entorno con Benito Juárez García, habida cuenta las confrontaciones entre facciones ideológicas, trascendidas a la actualidad en el contexto de una democracia constitucional secuestrada al nivel de la clase cogobernante que involucra a todos sus actores.
La perniciosa farsa que impacta a los pesos y contrapesos debe cesar con el propósito de poner en el centro el genuino valor que representa esta voluntad popular de la ciudadanía que les eligió, no para que se confronten y le tomen como rehén de su encono; por lo contrario, establecer un diálogo receptivo que permita armonizar ese mismo ideal de encausar al país por el sendero de la protesta presidencial, «mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión», rendida por Claudia Sheinbaum Pardo, inmediato de que se ciñera la banda con el símbolo patrio en el pecho.
No tiene por qué ser distinto para quien asume una función pública el juramento que, inscrito en el artículo 87 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, se pronuncia en cada transición de poderes para el cargo de la Presidencia de la República y por las gubernaturas.
«Mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión», involucra plasmar en acciones y hechos participe de una justicia social reflejada en la calidad de vida, aquí en donde igual halla sentido el autodenominado gobierno federal y los locales de «continuidad con cambio», que en el concepto de la transformación de la vida pública debe hacer sentido con fortalecer a un país de instituciones, así como del Estado de Derecho.
Bajo este paraguas ninguna cabida tiene la autocracia ni el autoritarismo sobre el entramado de la democracia constitucional; observar el respeto a los organismos autónomos, el garante contrapeso democrático, además de la división de Poderes.
Bitácora
Para la posteridad aqueda la convicción democrática de una mujer que abrazo el ejercicio de la política como su distinción en la vida pública, en la persona de la extinta Ifigenia Martínez. Su último acto público se dio en el acto de transición de poderes, un despropósito que menguada en su salud física se le haya nombrado presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados para participar del ritual de cambio de mando de un hombre a una mujer accediendo a la primera magistratura del país.
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