Desde el comienzo de la pandemia, las videollamadas se convirtieron de inmediato en la herramienta predilecta para las actividades de trabajo remoto y educación a distancia. Incluso ahora, a un año de la pandemia, la empresa dueña de la aplicación de videollamadas Zoom continúa generando ganancias significativas, de 882.5 millones de dólares el último trimestre de 2020, pese a la desaceleración de su crecimiento. Pese a su popularidad, un nuevo estudio sugiere que las videoconferencias podrían no ser la herramientas más efectiva para colaborar a distancia.
Según la investigación publicada en PLOS One, la sincronía en las señales no verbales es clave para el desarrollo de la inteligencia colectiva –la capacidad de un grupo para resolver problemas–. Estas señales no verbales también ayudan a establecer cuándo y cómo pueden los hablantes tomar turnos para compartir sus pensamientos durante una conversación. Además, investigaciones anteriores han demostrado que la sincronía promueve la inteligencia colectiva porque mejora la resolución conjunta de problemas, asegura el estudio.
Durante su investigación se centraron en dos formas de sincronía: sincronía de la expresión facial, es decir, del movimiento percibido de los rasgos faciales, y sincronía prosódica, a través de la entonación, el tono, el acento y el ritmo del habla. De esta forma, el estudio encontró que las videoconferencias pueden reducir la inteligencia colectiva al provocar una contribución más desigual durante la conversación y alterar la sincronía vocal. Según los investigadores, el estudio subraya la importancia de las señales de audio, las cuales parecen verse comprometidas por el acceso al video.
En una videollamada, los turnos para hablar se regulan a través de un conjunto de reglas de interacción, entre ellas ceder, solicitar o mantener turno. Los participantes a menudo comunican sutilmente estas reglas a través de señales no verbales, como el contacto visual, o bien, mediante señales vocales, como alterar el volumen y la frecuencia. No obstante, encontró el estudio, las señales visuales no verbales parecen permitir que algunos participantes dominen la conversación.
Por otro lado, cuando se cuenta sólo con audio, la falta de video no impide comunicar las señales de interacción, sino que se favorece una conversación más fluida. Esto al permitir un intercambio de turnos de habla más equitativo y al establecer una mejor sincronía prosódica. De esta forma, los resultados sugieren, podría valer la pena deshabilitar la función de video para favorecer una mejor comunicación e interacción social durante la solución colaborativa de problemas.
Además, sugiere un estudio en International Resources, Conservation and Recycling, apagar el video podría tener un efecto positivo en el medio ambiente. Esto debido a que una hora de videoconferencia a streaming de video emite hasta mil gramos de dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero. También requiere entre 2 y 12 litros de agua y un área de tierra equivalente al tamaño de un iPad Mini. Según el estudio, dejar la cámara apagada durante una videollamada reduce estas huellas ambientales en un 96%.
Pese a su uso tan extendido, las videollamadas podrían no ser lo más efectivo para el trabajo a distancia. A lo largo de un año de pandemia, ha sido un proceso de mejora continua el refinar los métodos de las nuevas modalidades de trabajo y enseñanza. Sin importar la popularidad de tal o cual herramienta, siempre es importante evaluar objetivamente su uso y realizar adecuaciones en los métodos de trabajo para obtener siempre mejores resultados.