El hombre de nombre Kevin Strickland, de raza negra, ha pasado su vida entre rejas por un triple homicidio. Cabe mencionar que el sujeto fue detenido en abril de 1978, a los 18 años.
Siempre ha defendido su inocencia e incluso tenía testigos que confirmaban su versión. La única persona que declaró en su contra se desdijo después denunciando presiones policiales. Y el martes, un juez de Misuri decretó su libertad inmediata, exonerándolo de forma completa. En estos 43 años, no vio crecer a su hija ni pudo acompañar a su madre en sus últimos momentos antes de morir, el pasado mes de agosto.
«Este es un ejemplo de cómo el sistema judicial aquí prioriza antes cerrar los casos que hacer justicia», dijo tras el veredicto la abogada de Strickland, Tricia Rojo Bushnell, que además dirige la organización Midwest Innocence Project, que combate veredictos y condenas erróneos.
Los hechos se registraron el 25 de abril de 1978, unos conocidos pararon por la casa de Strickland para conversar un rato. Este se quedó después con su hija recién nacida. Dos de esos conocidos, Kim Adkins y Terry Abbott, fueron después a otra residencia a cobrarse una deuda de 300 dólares. Había en ella cuatro personas: Sherrie Black, Larry Ingram, John Walker y Cynthia Douglas. A los tres primeros los ejecutaron, y Douglas quedó herida.
Cuando la policía detuvo a Strickland, este pensó que solo se le llamaba a testificar. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que era un sospechoso. Pidió que la testigo, Douglas, hiciera una ronda de reconocimiento, pensando que así se demostraría su inocencia. Pero esta sí le identificó como autor del delito. Luego ella testificaría que la policía le presionó, y se desdiría. Aun así, su único testimonio sirvió para imputar a Strickland.
Este se defendió presentado testimonios y pruebas de que durante el delito estaba en su casa con su hija, haciendo llamadas, viendo televisión, pero no sirvió de nada.
En tanto, los verdaderos autores del homicidio, Bell y Kim Adkins, fueron arrestados semanas después, en junio de 1978. Ambos testificarían años después que Strickland era inocente, pero la justicia les ignoró durante 43 largos años.
Los sujetos responsables se declararon culpables y fueron condenados a 20 años. Como Strickland defendió su inocencia hasta el final, y rechazó declararse culpable también, fue condenado a la cadena perpetua.
En estos 43 años en prisión, Strickland ha padecido problemas de salud —dos infartos e hipertensión— y ahora utiliza silla de ruedas. Ha peleado siempre por demostrar su inocencia, pidiendo que se reabriera el caso y escribiendo a los políticos para que le ayudaran a conseguir un perdón de los gobernadores de Misuri, que se negaron repetidamente.
Este año pasará sus primeras fiestas de Acción de Gracias fuera de la cárcel desde que tenía 18 años. Según dijo en una reciente entrevista con el diario 'The Washington Post', nunca ha visto el mar y una de sus prioridades es visitarlo, junto con la tumba de su madre.
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