Inicialmente, el pontífice fue ingresado en el hospital Gemelli de Roma tras presentar dificultades para respirar, lo que generó alerta entre sus colaboradores y fieles alrededor del mundo. Según informó la Santa Sede, el diagnóstico inicial reveló una infección respiratoria polibacteriana, que requirió ajustes en su tratamiento farmacológico y una hospitalización prolongada.
Durante los primeros días, los médicos observaron una ligera mejoría en su estado de salud, especialmente en los índices inflamatorios, lo que permitió cierto optimismo. Sin embargo, la situación se complicó cuando se detectó una neumonía bilateral y una infección polimicrobiana en el tracto respiratorio, lo que mantuvo al Papa en un estado crítico.
Aunque los médicos descartaron que la infección hubiera llegado a su torrente sanguíneo (evitando así un riesgo de sepsis), señalaron que su condición seguía siendo delicada y que requería oxígeno suplementario a través de una cánula nasal.
- El 22 de febrero, el Vaticano informó que el Papa había sufrido una crisis respiratoria asmática que requirió altos flujos de oxígeno, lo que mantuvo su pronóstico en estado reservado. A pesar de ello, Francisco mostró fortaleza y permaneció alerta, pasando parte del día sentado en un sillón, aunque con molestias y dolor. Durante esa semana, también se detectó una insuficiencia renal leve, que fue controlada por el equipo médico y no representó un riesgo mayor.
Crisis aislada
- El 28 de febrero, tras casi dos semanas de hospitalización, el Papa experimentó un repentino empeoramiento de su cuadro respiratorio, con una crisis aislada de broncoespasmo que provocó vómitos y dificultades adicionales. Aunque respondió bien al tratamiento, este episodio recordó la fragilidad de su estado de salud. Los médicos señalaron que, aunque había superado la fase más crítica, aún no estaba completamente fuera de peligro.
A lo largo de estos 18 días, el Papa Francisco ha recibido el apoyo de millones de fieles que han elevado oraciones por su recuperación.
Su hospitalización ha sido un recordatorio de la vulnerabilidad humana, incluso para una figura de su relevancia global. A pesar de los desafíos, el pontífice ha mostrado una notable resiliencia, dedicando tiempo a la oración y a la fisioterapia respiratoria para acelerar su recuperación.
- Este episodio ha puesto en evidencia la importancia de cuidar la salud, especialmente en personas de avanzada edad, y ha generado reflexiones sobre el futuro del liderazgo en la Iglesia Católica. Mientras el Papa continúa su recuperación, el mundo sigue atento a su evolución, esperando que pronto pueda retomar sus actividades y seguir guiando a la comunidad católica con su mensaje de esperanza y fe.