Ciudad del Vaticano.- Monseñor Óscar Romero fue un verdadero santo y para darse cuenta basta con ahondar en su figura y su legado, defiende la salvadoreña Cecilia Flores, cuya curación "milagrosa" sirvió al Vaticano para la subida de Monseñor Romero a los altares.
Flores habla con Efe junto a la plaza de San Pedro del Vaticano, donde el pasado domingo el papa Francisco proclamó nuevo santo de la Iglesia católica al monseñor, asesinado en 1980 por un comando de la ultraderecha mientras oficiaba misa en un hospital de San Salvador.
Su elevación fue posible gracias al caso de esta mujer de 36 años que salvó su vida tras sufrir una situación "desastrosa" tras dar a luz a su tercer y último hijo en 2015.
Ya en la gestación los médicos le diagnosticaron un aumento de su presión arterial, una preeclampsia, pero todo se complicó tras la cesárea, cuando padeció el síndrome de Hellp, que implica hemólisis, elevación de enzimas hepáticas y bajada de plaquetas.
La mujer, que perdió 4 hijos en el pasado y sufrió preeclampsia antes de dar a luz a los tres que tiene, sostiene que con el último embarazo estuvo a las puertas de la muerte y pasó ocho días en coma inducido, con paros renales y hepáticos y con hemorragias internas.
Su marido, Alejandro Rivas, recuerda que su estado era tan crítico que el propio doctor que la atendía en el Instituto Salvadoreño del Seguro Social le aconsejó rezar.
"Solo se salvará con un milagro", pronosticó el médico, según rememora.
Por ello Rivas acudió a su casa, tomó la Biblia de su abuela y, al abrirla, se encontró una estampa de Romero, por lo que empezó a pedir su intercesión para que su mujer no muriera.
Al día siguiente, asegura, al acudir al hospital, le informaron de que la mujer había empezado a drenar y a recuperarse desde las 2 de la madrugada, la hora en la que afirma que empezó a orar.
"El 4 de septiembre (de 2015) ella se moría y el 14 de ese mes sale caminando para su casa, increíble", sostiene Rivas.
Este supuesto prodigio fue presentado al Vaticano después de la beatificación de Romero, en mayo de 2015, y tras su estudio por parte de un consejo de médicos, científicos y teólogos, finalmente fue decretado como tal por el papa Francisco el pasado mes de marzo.
El matrimonio ha acudido a la ceremonia de canonización junto a sus tres hijos: el mayor, Emiliano, de 13 años; Rebeca, de cinco, y el pequeño y más inquieto, Luis Carlos, "el del milagro", que se entretiene con un teléfono móvil sentado en los adoquines de la plaza, ajeno a la entrevista.
Cecilia Flores se considera bendecida por el milagro de San Romero de América y anima al mundo a conocer su figura.
"Que investiguen, que lean, que se hagan su propio juicio (...) Al escuchar verdaderamente las homilías y leer el diario de él te abre el oído y los ojos. Y te das cuenta verdaderamente de que el hombre era un santo, y es un santo", defiende, al ser preguntada por quienes no creen en los milagros.
Y apunta que aunque su milagro ha sido el que ha servido al Vaticano para subir a los altares al monseñor, "hay una cantidad enorme de milagros que el beato ha hecho".
La familia abandonará Roma mañana jueves y lo hará con un sueño: que el papa Francisco pueda viajar a El Salvador para rezar ante la tumba del santo mártir, explica Flores: "solo de pensarlo se me eriza la piel", concluye.