El reverendo Jorge Ortiz-Garay, repetía "ánimos" en español cuando buscaba alentar a adolescentes para que no dejaran de estudiar, o cuando alimentaba a indigentes y cuando consolaba a quienes habían perdido a un ser querido.
Ahora sus feligreses han usado esa palabra para rendirle homenaje, porque por más que quieran reunirse para llorar la partida del padre Jorge, la pandemia no se los permite.
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Pocos días antes de su muerte el 27 de marzo, ofició una misa. Dijo que estaba bien y que “la única forma de combatir el virus” era a través del amor y el servicio a los demás. Igual que los de otras iglesias de todo el mundo, los bancos de la Santa Brígida estaban vacíos ese día. Pero decenas de personas rezaron con él desde sus casas, vía livestream.
“El mundo entero está en crisis”, expresó el religioso. “En esta época de crisis y pánico, hay que amar y vivir nuestra fe”.
La fe fue lo que hizo que Ortiz dejase su México natal, donde se había recibido de abogado, y siguiese el camino del sacerdocio. Se inscribió en un seminario en Italia en la década de 1990 y luego estudió teología en Nueva Jersey antes de ser ordenado en la arquidiócesis de Newark en el 2004.