A dos años de la invasión de manifestantes trumpistas al Congreso de EU, Brasil sorprendió y se sorprendió ayer con una versión recargada de aquel ataque a la democracia: grupos bolsonaristas tomaron las sedes del Congreso, del Supremo Tribunal Federal (STF) y del mismísimo Palacio del Planalto, el edificio desde el que se gobierna el país.
«Lo que está sucediendo, claramente, es un intento de golpe de Estado», dijo la señal de noticias G1 mientras mostraba imágenes de cientos de personas vestidas de amarillo y verde, los colores de la bandera brasileña, irrumpiendo en las sedes de los tres poderes y vandalizando su interior.
«Esto es histórico, lamentable e inconcebible, pero hasta cierto punto previsible. Es un ataque a la democracia», añadió G1 mientras se desarrollaba un asalto que busca desestabilizar al Gobierno de Luis Inácio Lula da Silva, asumido el 1 de enero tras cuatro años de Jair Bolsonaro en el poder.
Lula decretó la intervención federal en el área de la seguridad de Brasilia, invocando poderes especiales para restaurar el orden.
Los principales altos cargos del Gobierno se concentraron en la sede del Ministerio de Justicia para analizar la situación. Gleisi Hoffmann, presidenta del Partido de los Trabajadores (PT), al que pertenece Lula, culpó al gobernador del Distrito Federal de Brasilia, Ibaneis Rocha, del Movimiento Democrático Brasileño (MDB).
El gobierno de Brasilia está a cargo de la seguridad de los edificios que albergan a los tres poderes. Según Hoffmann, Rocha no cumplió con sus obligaciones.
El gobernador del DF tomó medidas tras las catastróficas imágenes de la invasión a las sedes del poder político del país y eyectó del cargo de Secretario de Seguridad a Anderson Torres, que había sido ministro de Justicia de Bolsonaro hasta el 31 de diciembre.
Las imágenes de la toma de la Plaza de los Tres Poderes en pleno descanso estival de un domingo de inicios del año sacudieron a los brasileños, aunque no necesariamente al poder político en Brasilia.