El Parlamento portugués aprobó este 12 de mayo la despenalización de la eutanasia pese al último veto político del presidente luso, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa, y el rechazo de la derecha, que amenaza con recursos ante el Tribunal Constitucional que no paralizarán la aplicación de la norma.
Han pasado casi seis años desde que la Cámara debatió por primera vez el tema y han sido necesarias varias versiones de la ley para superar los cuatro intentos de Rebelo de Sousa de tumbar la propuesta: dos vetos políticos y dos por cuestiones legales en el Tribunal Constitucional.
Finalmente, la ley fue hoy aprobada por 129 votos procedentes de las filas socialistas, con mayoría absoluta en la Cámara, el Bloque de Izquierda, los animalistas, Livre e Iniciativa Liberal, el único partido de derecha que se sumó a la iniciativa.
En contra, 81 votos del Partido Comunista -la excepción del apoyo entre la izquierda-, el conservador Partido Social Demócrata y el ultraderechista Chega.
El veto presidencial no impide la entrada en vigor de la ley dado que, como explicó a Efe la diputada socialista Isabel Moreira, la Constitución establece que, pese al veto presidencial, con una mayoría superior a 116 diputados sale adelante.
Rebelo de Sousa, católico practicante, tiene ahora un plazo de ocho días para promulgar la norma.
El presidente ha querido adelantarse a las especulaciones asegurando que su último veto responde a una "precisión" y no a un problema de inconstitucionalidad y que "no hay drama" con su aprobación.
Desde el PSD y Chega, sin embargo, amenazan con recurrir al Tribunal Constitucional -aunque el procedimiento no paralizaría la aplicación de la normativa- y apuestan por convocar un referéndum.
En la calle, el 61% de los portugueses apoya la despenalización de la eutanasia, según un sondeo realizado en febrero por Aximage para varios medios lusos, que reveló también que la cifra crece hasta el 70% en el colectivo de entre 18 y 35 años.
Seis años de debatePortugal se suma así a otros vecinos europeos, como España o Bélgica, tras un proceso que se ha prolongado durante seis años, ha atravesado tres legislaturas socialistas y ha requerido cinco votaciones en el pleno del Parlamento.