Los 17 millones de residentes de la ciudad de Shenzhen, en el sur de China, se encontraban el lunes confinados por un brote de COVID-19 que obligó a suspender la actividad de una fábrica de iPhone y obligó a imponer restricciones a otras grandes metrópolis como Shanghái.
Las autoridades de Shenzhen anunciaron el domingo el nuevo confinamiento, cuando aparecieron en la ciudad brotes relacionados con la vecina Hong Kong, donde el virus está causando estragos.
Las autoridades sanitarias han advertido que podrían tomarse medidas aún más estrictas pese a que la política de “cero COVID” de Pekín parece estar generando cansancio en la población, en particular ante la variante Ómciron, con menos casos graves.
Las autoridades contabilizaron el lunes 2 mil 300 nuevos casos en todo el país. El día anterior se habían notificado casi 3 mil 400, la cifra más alta desde el inicio de la pandemia.
Aunque el número de casos sigue siendo bajo en comparación con otros países, es importante en el contexto de China, donde las autoridades aplican desde 2020 una política de tolerancia cero con la pandemia.
En los últimos días, al menos 26 funcionarios de tres provincias fueron despedidos por su mala gestión de la epidemia, informaron medios estatales.
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