El microscopio humano tiene en la mira a un virus llamado redes sociales que, en menos de 20 años, se extendió por el planeta. El análisis revela ramificaciones de imágenes luminosas que –contagiadas vía tacto- generan desajustes de ánimo y comportamientos mecánicos.
Es la rebelión de las máquinas. Los investigadores coinciden: el virus fue insertado en la memoria de computadoras, con algoritmos de doble cara. Por un lado, el ejercicio periodístico con principios éticos; y en contraparte, fake news, posverdad y publicidad en numerosas variantes.
Al evaluar resultados, un aspecto paradójico prende la alarma: la circulación de información falsa provoca estados de depresión, rabia, baja autoestima y polarización, al mismo tiempo que euforia virtual, compras compulsivas y burbujas de sonrisas.
Felicidad fake. Así pues, ¿cómo entender este fenómeno que define el siglo XXI en materia de información? El debate es mundial, con pregunta recurrente: ¿cómo regular desde la ética el crecimiento de las redes sociales? Sobre todo, cuando es evidente que el proceso de construcción de significados proviene de contenidos enmarcados en Faceboock (2004), Youtube (2005), Whats App (2009), Instagram (2010), y Tik Tok (2016), entre otras plataformas virtuales, los cuales constituyen redes empresariales multimedia globales. Casi nadie quiere quedarse fuera. Los “emprendedores” del complejo californiano de Silicon Valley, modelaron el rostro del siglo XXI con objetivos económicos arropados por un discurso de accesibilidad democrática.
¿Espejismo o verdad? De cualquier modo, en tiempo de crisis, su actual funcionamiento se contrapone al bienestar de la sociedad en su conjunto. Esto fue visible con la difusión de rumores y datos sin verificación científica sobre la pandemia COVID-19,las fake news que circularon en las elecciones presidenciales de EU, o en el manejo persuasivo-emotivo del Brexit en Inglaterra.
INQUIETANTE REGULACIÓN
¿Hay avances para ajustar a las plataformas multimedia a los intereses de la sociedad? He aquí algunas propuestas: creación de organismos gubernamentales que analicen contenidos virtuales y emitan sanciones, otorgar a los países/gobiernos el derecho a bloquear los servicios digitales, aplicar mayores impuestos a las empresas virtuales, regular la publicidad comercial y política; concesionar servicios a inversionistas locales, emitir un decálogo ético de consulta, promover una iniciativa para la desconexión de los servidores mundiales. Se busca mejorar con sentido social el funcionamiento de las redes.
Sin embargo, existen fuertes intereses económicos y políticos en contra. Así que recurrir a la censura como método de control, castigar a los proveedores de desinformación con sanciones económicas o prohibir a los ciudadanos la consulta de plataformas digitales serán actos infructuosos.
REVITALIZAR EL MUNDO DIGITAL
En la Revolución Francesa la libertad en todas sus expresiones fue la bandera enarbolada para la construcción de sociedades democráticas. Para difundir las ideas liberadoras surgió la prensa libre. En la actualidad en el ejercicio ético del periodismo, está el antídoto para los gigantes de las redes sociales.
Con 4 siglos de vigencia democrática, el periodismo debe revitalizar el mundo digital. Sus instrumentos de trabajo prevalecen: investigación como premisa, libertad de expresión, respeto a códigos de ética, comprobación de la veracidad de la información, contenidos que fomenten igualdad, paz, respeto a los derechos humanos y a la democracia como forma de vida. El futuro está ahí. ¿Lo alcanzaremos?