“¿Estás ahí Luis?, ¿alguien me escucha? me siento como en sesiones espiritistas.” confesó una maestra a Maria José Peón, encargada de los talleres de capacitación a docentes en la Universidad Marista de Mérida. En otra ocasión, un profesor le expresó: “lo que más me gustaría es que existiera una app que me permitiera ver a mis alumnos en holograma”.
La brecha digital se agudizó en la pandemia y, aunque volteamos a ver el rezago educativo de los estudiantes, poco énfasis pusimos en los grandes retos tecnológicos a los cuales se enfrentaron los profesores. Pese a que es un hecho que no fueron los mismos para los que se encontraban en las grandes urbes como los que estaban en zonas rurales, ni los que impartían clases en instituciones privadas como en escuelas públicas, cada quién se enfrentó a adversidades que tuvieron que resolver “como se pudiera”.
El 15 de mayo es el día del maestro en México y el propósito de su creación, desde 1918, fue honrar y dignificar su labor. Un siglo y una pandemia después, los docentes se siguen enfrentando a condiciones laborales poco favorables y, ahora, a retos tecnológicos que muchos y muchas padecieron.
Silvia Adriana Silva, docente de educación primaria en el ejido Emiliano Zapata, San Luis Potosí, cuenta que fue un gran reto adoptar lo digital porque la mayoría de las mamás no contaban con celulares o no eran lo suficientemente “tecnológicos” para tener WhatsApp. “La mayoría de los señores o padres de familia eran los que cargaban los teléfonos y los usaban para trabajar. Entonces no teníamos ese contacto con la mayoría de las mamás”, explicó. En su caso, de 25 alumnos, solo 15 tenían acceso a un teléfono.
Esto representó uno de los más grandes problemas para los docentes puesto que, de acuerdo a la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación (ECOVID-ED), el 72% de los alumnos a nivel primaria utilizaban el celular como su principal medio de aprendizaje y el 84% recibía apoyo en sus actividades o tareas por parte de su madre.
Silvia relata que, una vez que notaron que no volverían a la modalidad presencial pronto, comenzaron a planear las actividades de acuerdo a los canales que ofrecerían en la televisión . “Aquí el problema fue que eran temas o actividades que ya habíamos visto, o que estaban muy adelantadas.” Además, relata que estos canales tampoco eran una opción porque en la comunidad hay unas vías de tren que bloquean la señal. “Entre las 10 y 11 de la mañana, si se paraba el tren, se iba la señal de internet y de tv y ya no se podía trabajar”.
Pronto se dio cuenta que las clases por televisión no funcionaban. No cumplían con los objetivos y aburrían a los niños. Fue ahí donde Silvia volvió a cambiar la dinámica y comenzó a grabar tres videos diarios para cada materia, mismos que los alumnos veían cuando tenían acceso a un teléfono o internet. “Yo trabajaba resolviendo dudas de manera individual desde las 8 am hasta las 8pm. Era un caos, porque a veces daban las 10 u 11 de la noche y me seguían marcando”.
“Me parece que el reto no fueron tanto las tecnologías (...) me di cuenta que, en realidad, los talleres que dábamos eran principalmente para dar contención emocional a los docentes” cuenta Maria José Peón.
Ella relata que, para los profesores, el caer en la cuenta de que tenían que improvisar, moverse rápido y mudarse de la noche a la mañana a un sistema que no manejan fue uno de los retos más grandes. “Algunos hasta se sentían en ridículo. ¿Cómo yo, que soy la eminencia en oftalmología, no puedo abrir zoom?” comparte. Y es que, de acuerdo a la OCDE, en México, los docentes tienen en promedio 42 años de edad.
Maria José comparte que “quienes necesitaban mayor apapacho y mayor apoyo eran, en este sentido, los docentes. El hecho de sentir que perdían esta figura del que tiene todo bajo control, los angustiaba profundamente”. Y aunque Cecilia mencionó que era respetable que muchos alumnos no quisieran prender su cámara, Maria José comenta que para los profesores ese fue otro reto importante. “Conjugar el malestar emocional de los alumnos con el malestar de los profesores. Hablarle a una pantalla es muy extraño”.
Ante esto, Peón mencionó que más allá de las tecnologías ya conocidas como Zoom, Google Drive, Meet o whatsapp para dar clases, el reto creativo consistía en buscar aplicaciones que pudieran adaptarse a las clases y necesidades de cada materia. Por ejemplo, para las clases de medicina, donde tienes que abrir y ver un cuerpo, encontraron aplicaciones como BioDigital que permiten a los alumnos ver meticulosamente cada parte del cuerpo humano, seleccionarla y obtener más información.
Otro ejemplo fue en las clases de criminalística. “Los profesores recreaban una escena del crimen que los alumnos tenían que ir analizando, encontrando pistas…” llevar eso a la modalidad virtual parecería muy complicado. Sin embargo, aplicaciones y juegos como CriminalCase pueden ser una opción para este tipo de materias.
“El gran problema emocional de los profesores era pensar que las aplicaciones iban a ser lo mismo que lo presencial, y no lo era”, cuenta Maria José. Y aunque es un hecho que las aplicaciones y los juegos nunca se asemejan al aprendizaje en el mundo físico, con un poco de creatividad, pueden resultar aprendizajes distintos pero igual de valiosos.
“Los profesores no están acostumbrados a jugar con la tecnología. Se la toman tan enserio que tienen mucho temor a que si pican un botón, ¡pum! se echa a perder. Y eso causa mucha ansiedad y angustia… Si hubiera que aprender algo de esta experiencia, es que los profes se lleven algunas de estas herramientas y las sigan implementando en sus clases”, concluye Peón.
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