El año viejo es un monigote que representa básicamente el año que termina, elaborado con ropa vieja, cartón o papel, relleno de paja o aserrín y con frecuencia con artefactos pirotécnicos, para ser quemado a la media noche del 31 de diciembre en un gran número de países.
El ritual se debe distinguir de la Fiesta del Judas, que a pesar de tener características similares tiene distintas connotaciones y se celebra en algunas regiones de España y de América Latina, al inicio de la semana de pascua o en el domingo de resurrección.
El ritual hace parte de las celebraciones de fin de año o noche vieja y los muñecos pueden representar a los acontecimientos o personajes más significativos, sobre todo negativos, del año transcurrido, y su incineración a la medianoche del 31 de diciembre es un ritual de purificación para alejar la mala suerte y de transición pues también se celebra la llegada del nuevo año.
En muchos lugares, después de la quema, se lee un «testamento», en el cual el «difunto» con lenguaje irónico o satírico hace recuento de los sucesos y da recomendaciones a sus protagonistas.