El estrés traumático y el postraumático son condiciones que pueden sobrevenir después de un desastre natural.
Si bien en los instantes del sismo la adrenalina secretada por el organismo es la principal responsable de la reacción inmediata de hacer todo lo posible por ponernos a salvo, posteriormente viene el recuento de daños. Aunque quienes sufrieron pérdidas están más expuestos al estrés traumático, toda la población que sintió el terremoto y corrió por su vida está en riesgo de desarrollar el trastorno.
Los síntomas son claros: temor, desesperanza, pensamientos catastróficos, sobresaltos, estado de alerta intensificado, insomnio y dificultad para concentrarse.
Cuando estas manifestaciones se presentan durante las primeras cuatro semanas posteriores al trauma, se considera estrés traumático, más allá de este tiempo, se clasifica como estrés postraumático.
Para prevenir el desarrollo de estrés postraumático se recomienda regresar lo más pronto posible a las actividades habituales. Retornar a la rutina de vida previa al desastre e idealmente hacer ejercicio, contar con un esquema de alimentación balanceado, respetando, en la medida de lo posible, los horarios de comidas y sueño.
Se sugiere participar en labores de ayuda de manera productiva pero mesurada, evitando estar en contacto constante con la información relacionada con la catástrofe.
Te puede interesar: Cerca de 500 escuelas sufrieron afectaciones por inundaciones en 2020
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda contar con apoyo psicológico. Este consiste en la llamada terapia cognitivo conductual, que busca estimular los procesos de pensamiento y concentrar la conducta que responde a los mismos. Se trata de cuestionar opiniones negativas y remplazarlas por alternativas que permitan llegar a una solución del problema y ayuden a sobrellevar situaciones difíciles. En otras palabras, se le enseña a la persona la manera de desarrollar habilidades para transformar pensamientos y comportamientos inadecuados en aquellos útiles y productivos logrando que se sienta mejor. La duración de la terapia cognitivo conductual suele variar de seis semanas a seis meses con sesiones individuales semanalmente con el psicoanalista.
Otra terapia recomendada por la OMS es la Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares, EMDR, por sus siglas en inglés. Este procedimiento consiste en estimular ambos hemisferios cerebrales ya sea mediante movimientos oculares o a través de sonidos. Con ello se logra un flujo de información entre los dos lados del cerebro obteniendo una desensibilización de las emociones negativas y estimulando al cerebro para encontrar soluciones funcionales y realistas al problema que genera el trauma. A diferencia de otros métodos, con este tipo de tratamiento las personas no tienen que hablar de las experiencias que les ocasionaron el daño ni revivir los sentimientos dolorosos.
Independientemente de la terapia seleccionada, hay que señalar la relevancia de que una persona que sufre de estrés postraumático reciba tratamiento a fin de minimizar el riesgo de secuelas posteriores. Cuando el problema no se trata oportunamente, puede haber un efecto acumulativo en caso de enfrentar otros sucesos ya sea violentos o desastres naturales, desarrollando depresión, fobias, ansiedad o incluso, cayendo en adicción a alguna sustancia.