Para celebrar los 90 años de la Policía Federal, la institución decidió difundir el relato de 'El Tiburón', el policía federal que detuvo a 'El Chapo' en enero de 2016.
Soborno, miedo y valentía, eso es lo que encontrarás en este relato que no puedes dejar de leer.
"El policía federal que detuvo a “El Chapo”, uno de los hombres más buscados del planeta, te cuenta de propia voz cómo ocurrieron los hechos aquella mañana de enero de 2016.
Es una de las historias que en 90 años han escrito policías federales honestos, con vocación y lealtad a México. ¡Orgullosamente al servicio de México!", se lee en la cuenta oficial de Facebook de la Policía Federal.
Tengo un tío que es doce años más grande que yo y que también es policía federal. Cuando estaba chico, veía que llegaba con su uniforme y patrulla, lo que me causaba mucha admiración.
En alguna época vivimos cerca de una autopista, donde alcanzaba a ver las patrullas y de ahí fu creciendo mi interés en formar parte de la Policía Federal de Caminos, como se llamaba entonces nuestra Institución.
No era fácil ingresar, eran muy estrictos. De inicio, había que ir bien vestidos y con el cabello bien arreglado tan solo para pedir informes. “¿A qué vienes? ¿A pedir informes o a pedir trabajo?”, nos decían los comandantes.
Me regresaron tres veces tan solo para tener informes de cómo ingresar. Ya con el cabello corto y bien presentado, pude saber de lo que necesitaba para poder ingresar a la Policía Federal de Caminos. Me tocó ir a las oficinas casi a diario durante siete meses, hacer ejercicio y correr para ganarme mi ficha de aspirante.
Aunque no era un procedimiento institucional, era un filtro que ponían los propios comandantes para que ingresaran solo aquellos que de verdad tenían la vocación para ser policías.
Cuando le dije a mi papá que quería ser policía federal de caminos, él solo se me quedó viendo y me dijo: “sé lo que quieras ser, pero trata de ser el mejor”. Mi mamá, un poco más aprehensiva, se espantó, pero poco a poco fue entendiendo y cuando me dieron la lista de prendas que debía llevar a la Academia, ella misma me compró todo.
En la Academia de San Luis Potosí no solo conocí compañeros de profesión, sino también amigos que hasta la fecha frecuento y que han llegado a ser parte de mi familia.
Los retos que se nos fueron presentando, primero como cadetes y luego como policías federales ya graduados, fueron creando fuertes lazo entre nosotros
'El Chapo' disfrutó matar a Ramón Arellano Félix
El día de la detención de Joaquín Guzmán “El Chapo”, yo estaba en el tercer turno en Los Mochis, Sinaloa. Debía cubrir el horario de las once de la noche a las siete de la mañana.
En el día, por la carretera Los Mochis-Navojoa, circulan muchos vehículos, incluyendo agricultores y gente que se dedica a la pesca, mientras que en la noche hay muy poca circulación.
Un turno cualquiera implicaba realizar mis recorridos, hacer folios de infracción si era el caso y en general, estar al pendiente de prevenir y atender cualquier delito que se pudiera registrar.
Ese día se sentía algo raro. A las tres o cuatro de la mañana, comenzamos a escuchar helicópteros cerca, lo que me pareció extraño debido a que Los Mochis es una ciudad pequeña. Me imaginé que podría tratarse de un operativo de SEDENA o Marina, pero no más.
Estábamos tres patrullas en el servicio. Yo conducía la patrulla acompañado de otro compañero, estaba también el Responsable de Turno o RT y otros compañeros más en la carretera que va hacia el norte, en los límites con Sonora.
A mí me tocó cubrir de Los Mochis hacia el sur, rumbo a Guasave.
Era una madrugada más sola que de costumbre. En algún momento, nos reunimos con el RT en uno de los tramos.
- Comandante, comandante, échenme la mano.
- Lléveme a Che Ríos. Ahí está mi gente, ahí nos van a apoyar.
- Ayúdeme y no va a volver a trabajar. Comandante, dígame qué quiere pero ya écheme la mano.
- ¿Tú fuiste verdad?
- No, no.
- ¡Ah cómo no! No sabes lo que acabas de hacer.
Con una cara de satisfacción y emoción, el marino se dio la media vuelta y se fue.
Hay quien me pregunta por qué no acepté el dinero que me daba. Para mí fue sencillo: aún con todo su dinero, lo vi sucio, mojado, venía del drenaje, maloliente.
Y yo nunca me quería ver así. “Cincuenta millones de dólares que en mi vida me voy a gastar, pero así me voy a ver, huyendo”, pensé.
Como policía, hice lo que debía de hacer. Es El Chapo: detenlo, espósalo y llévatelo. No había otra opción.
En mi carrera como policía, durante veinte años de trabajo, siempre he tenido que tomar decisiones rápidas y que afortunadamente siempre han sido las correctas.
Para ser un policía que pase pruebas de 50 millones de dólares o de 500 mil pesos, hay que querer ser policía, sentir todos los días a la Policía, salir orgulloso y con ganas.
Eso se logra con educación, desde la casa, desde la Academia.
Si no hubiera tenido los padres que tengo, buenos instructores y buenos compañeros que me enseñaron cosas buenas, tal vez hubiera tomado otra decisión. La Policía Federal es mi vida. Es de donde mi familia depende. Es mi orgullo. Es lo que me gusta ser.
La detención de El Chapo me cambió la vida entera.
En lo familiar significó hablar con claridad y sinceridad sobre lo que había pasado. Aunque mi hija estaba pequeña, tuve que explicarle que su vida también iba a cambiar. “Si entiendo”, me dijo.
También cambió mi vida en el trabajo. Tuve mandos que le dieron un correcto valor al trabajo, un valor real y eso me permitió tener un ascenso y un reconocimiento a alguien que como policía, hizo lo correcto.
Hoy estoy convencido de que los policías debemos comportarnos en todo momento como se esperaría que se comporte un policía íntegro y profesional.
Eso significa hacer cosas buenas para que la sociedad siga viéndonos bien, que no siempre ha sido fácil, porque a veces se dejan llevar por una imagen distinta a lo que en realidad somos.
Si no actuamos en todo momento con el corazón, nos vamos a tardar en lograr la confianza y respeto de la ciudadanía, que es indispensable en la tarea policial.
Tengo la fortuna de ser ejemplo de que cuando actúas de forma correcta, las cosas salen bien, que la Policía Federal te lo reconoce y eso te motiva a echarle más ganas.
Sé que de haber decidido otra cosa aquella mañana, habría perdido lo que ya gané, que es el respeto de mi familia y de quienes en mí confían. Además de que hubiera decidido seguir una vida que me condenaba a estar siempre huyendo y en la que difícilmente hubiera tenido un buen final.