AMLO, el presidente de los indígenas

El vínculo de López Obrador con las comunidades nativas no es nuevo.

Andrés Manuel López Obrador reconoce una deuda histórica del Estado Mexicano con los indígenas.

“Si darles atención preferente a los indígenas es racista, que me apunten en la lista”, dijo el Presidente cuando en noviembre pasado lo cuestionaron por apoyar con una mayor pensión a los adultos mayores en los pueblos originarios. Entre los despojados y desposeídos, este sector de la población es el que más padece, ha expresado en diversas ocasiones.

El vínculo de López Obrador con las comunidades nativas no es nuevo. Comenzó públicamente con la relación que estableció con el poeta Carlos Pellicer Cámara cuando todavía era estudiante en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), recuerda el arquitecto Carlos Cerino Marín, quien junto a otros compañeros de generación lo acompañó a visitar al célebre escritor.

Posteriormente, cuando Pellicer Cámara acepta ser candidato a una senaduría por el Partido Revolucionario Institucional, AMLO entra por primera vez en la actividad proselitista. El poeta había dicho que aceptaba la postulación pero para llegar a ser “el senador de los chontales”. Fueron, los años de formación y sensibilización.    

El propio Carlos Pellicer fue quien promovió a López Obrador para encargarse, en 1977 y con la llegada de Leandro Rovirosa Wade al gobierno de Tabasco, del Centro Coordinador Indigenista establecido en Tucta, Nacajuca. En esa posición despachó hasta 1982, siendo Ignacio Ovalle Fernández titular nacional del Instituto Nacional Indigenista, integrado a la Coordinación del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados (Coplamar), de la Presidencia de la República. 

Recuerda Cerino Marín: “Como director del Centro INI en Tabasco, su gestión la traía planeada desde la Ciudad de México; no fue ningún improvisado. Recuerdo perfectamente cuando lo acompañé a una entrevista con Ovalle Fernández por una recomendación que llevaba del gobernador Leandro Rovirosa Wade. Acudimos a las oficinas centrales del Instituto Nacional Indigenista y Coplamar. Andrés Manuel entró a hablar con Ovalle y me quedé esperándolo. Salió un poco alterado, y con mucha esperanza. Su esperanza es que, según me contó, es que Ovalle le dijo: “licenciado no porque traiga usted una recomendación del gobernador crea que se va quedar con el puesto, aquí tiene usted que demostrar muchas cosas”.

El arquitecto Cerino hace una pausa y prosigue: “Entonces se paró Andrés Manuel -eso es lo que me platicó, porque yo no estaba adentro-: “señor sepa usted que yo no soy ningún chambero, yo vengo por compromiso con los indígenas, vengo por compromiso con mi pueblo Tabasco, y póngame usted las pruebas que se requieran, le aseguro que cumpliré”.

Efectivamente, López Obrador no sólo pasó todas las evaluaciones –recuerda- sino que su trabajo trascendió. 

Así lo hizo constar, entre otros, Mauricio Merino, quien llegó a Tabasco a principios de los ochenta como parte del equipo Enrique González Pedrero. Sostiene que AMLO se había convertido en una especie de “mentor para varias comunidades”. Refiere que caminar por la zona con Andrés Manuel era sorprendente: “cada vez que pasaba alguien, Andrés lo saludaba, lo conocía por su nombre y con detalles familiares”. (Andrés Lajous, Nexos. Junio de 2012)

EN CUERPO Y ALMA

Escribió el periodista Jaime Avilés en “La vida privada de un hombre público” que AMLO se propuso ser gobernador de los indígenas y de los más pobres de Tabasco. Quien buscó primero una candidatura a la presidencia municipal de Macuspana, negada por el PRI, amplió sus miras y en 2006 y 2012 ya estaba en su agenda ser sobre todo Presidente para y por los indígenas. 

Otro testimonio es el que nos confía Baldemar Hernández Márquez, quien acompañó a López Obrador como subdirector de la coordinación del INI a partir de 1979.

“Entró muy joven a encargarse de la Coordinación en Nacajuca. Primero, se sumó a la campaña de Carlos Pellicer. Al ser nombrado en el INI se dedicó en cuerpo y alma a dar una respuesta de economía moral comunitaria. Impulsó la construcción de puentes, caminos, viviendas, talleres artesanales, escuelas primarias, secundarias y preparatorias. También viveros de peces con especies nativas, cartillas para rescatar su lengua y dignificar su vida”.

De “proyecto magistral” califica el de los camellones chontales (en Nacajuca): “era construir camellones en el pantano, rescatando la vida comunitaria, produciendo lo que sabían hacer de manera integral, aprovechando el agua con la cría de peces y el espacio recuperado de  tierra orgánica, rico en limo del pantano. Todo ha sido un proceso continuo, porque hubo identidad con el gobierno de Enrique González Pedrero que siguió al de Rovirosa Wade. El joven Andrés Manuel se incorporó a la campaña de Don Enrique, éste a su vez ya como mandatario prosiguió, junto con doña Julieta Campos, en un programa de etnodesarrollo que permitió no solo el fortalecimiento del crédito ganadero a la palabra y otras actividades productivas, también el florecimiento de los espacios culturales. Ahí está el ejemplo del Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena, con obras locales y otras de resonancia mundial. Lamentablemente todo eso fue atacado por los siguientes gobiernos que se dedicaron a destruirlo todo… Ahora se renueva la esperanza.” 

Sin ocultar la emoción que le provoca recordar lo que considera que son las raíces del cambio, Hernández Márquez -quien fue presidente municipal de Jalpa de Méndez y secretario de Desarrollo con González Pedrero-, destaca que una las acciones con visión de futuro fue el establecimiento de la Radio INI, La Voz de los Chontales, en febrero de 1981 y que ahora se retoma ya con AMLO en la Presidencia. 

“El proyecto arquitectónico del edificio para albergar la XENAC, la radio indígena, fue hecho por Carlos Cerino Marín bautizado por Andrés Manuel como “Cerinón”, por su cuerpo corpulento.  Allí, en La Voz de los Chontales se hizo en una primera etapa un trabajo de radiodifusión magnífica, participando en congresos Indigenistas no tan solo a nivel nacional sino en proyectos con los Aimarás de Bolivia. Incas del Perú, Mapuches de Chile y por supuesto Mayas de Guatemala. Una verdadera obra de integración, comunicación, conocimiento mutuo”.

Otros testimonios refieren cómo López Obrador se instaló en Nacajuca, donde vivía con los chontales en una casa similar a la de los beneficiarios del programa del INI-Coplamar. Ahí radicó junto a su primera esposa, Rocío Beltrán Medina (†), y su primer hijo, José Ramón. Su labor se reflejó en otras zonas indígenas como Tamulté de las Sabanas (Centro), Macuspana, Centla, así como en comunidades rurales. 

Después ocurrió la ruptura con un sistema que mostró sus límites. López Obrador renunció al PRI, aceptó la candidatura del Frente Democrático Nacional (FDN) en 1988 y entonces cosechó lo que había sembrado comenta el investigador Cirilo Antonio Guzmán: la solidaridad de los pueblos indígenas, quienes no sólo estuvieron en la primera fila de la lucha contra los fraudes electorales sino también en la denominada resistencia civil.