Respirar un aire contaminado a largo plazo entraña un mayor riesgo de depresión, según dos nuevos estudios, que se suman a crecientes pruebas sobre efectos nefastos de la contaminación en la salud mental.
La primera investigación, publicada la semana pasada por la revista JAMA psychiatry, siguió a unas 390 mil personas durante 11 años en el Reino Unido. Los niveles de contaminación a los que fueron expuestas fueron estimados según la ubicación de su domicilio.
Los investigadores estudiaron las tasas de partículas finas (PM2.5 y PM10), de dióxido de nitrógeno (NO2) y óxido nítrico (NO), una contaminación causada en parte por centrales de combustibles fósiles y el tránsito vehicular.
El objetivo era estudiar las consecuencias de la contaminación atmosférica sobre el desarrollo de una depresión tardía.
Estos trabajos usaron una base de datos de Medicare, el seguro de salud pública reservado a las personas mayores en Estados Unidos, y estudiaron a una población de unos 8.9 millones de personas, de los cuales 1.5 sufren depresión.
Los resultados mostraron nuevamente una fuerte asociación entre contaminación y depresión, en particular al observar los flujos de partículas finas y de dióxido de nitrógeno para las poblaciones desfavorecidas.
Esta asociación podría ser explicado por la relación que se observa entre fuertes concentraciones de contaminantes e inflamaciones en el cerebro, según los dos estudios.
Estos trabajos