1. El amor hay que trabajarlo a base de detalles pequeños positivos.
• Lo pequeño nunca es banal ni insignificante, sino al contrario, tiene un enorme valor, porque hace la vida amable, llevadera.
• En la psicología moderna se le llama a esto «intercambio de conductas gratificantes», que refuerzan ese amor.
• Cuidar esos pormenores hace que el amor no tenga fecha de caducidad.
• Y por el contrario, el descuido sistemático lleva a un cierto abandono, que a la larga es su ruina. Y entra el enemigo mortal, que se lo lleva todo por delante: la rutina.
2. No sacar la lista de agravios del pasado.
• Poner todos los medios para no traer a primer plano el repertorio de reproches, ese inventario de anécdotas negativas que, en momentos de tensión, asoman, piden paso y tienen un efecto destructivo, demoledor.
• Esa colección de recuerdos malos hay que tenerla encerrada en un cajón bajo llave.
• El que controla su lengua se controla en un noventa por ciento.
• Ser capaz de superar las heridas del pasado significa buena inteligencia emocional.
• El amor se perfecciona con el perdón. Perdonar y olvidar es perdonar dos veces.
3. Evitar discusiones innecesarias.
• En las parejas que funcionan bien casi no se discute.
• En esos desacuerdos se dicen cosas fuertes y muchas veces las discrepancias no son importantes.
• Rara vez de una fuerte discusión sale la verdad, pues suele servir más de desahogo y catarsis: quejas, acusaciones, agresiones verbales y por esa rampa deslizante se termina en un avispero de críticas recíprocas… en el que la razón deja paso a la pasión, y a la larga no se olvidan esas palabras duras. Dejan una huella dolorosa y un sabor a derrota.
4. Esforzarse por ir consiguiendo habilidades en la comunicación interpersonal.
• Aprender a dialogar con respeto y eficacia.
• Este es un terreno que hay que cultivar con esmero.
• Cuidar el lenguaje verbal (la magia de las palabras y sus efectos), el lenguaje no verbal (gestos, ademanes, silencios, etc.) y el lenguaje subliminal (que se camufla entre los dos anteriores).
• También, saber tener el don de la oportunidad, para plantear un problema o algo complicado, buscando el momento más adecuado.
• El amor es arte y oficio, corazón y cabeza, saber combinar de forma armónica los instrumentos de la razón y las herramientas de la afectividad, a la vez.
5. Haber sabido alcanzar una sexualidad positiva.
• La sexualidad es el lenguaje del amor comprometido.
• Y es un idioma íntimo que requiere encontrar sus claves, para que ambos sepan disfrutar de esa gramática misteriosa y concreta. Es la parte física del amor.
• Cantidad y calidad o, lo que es lo mismo, frecuencia e intensidad.
• La sexualidad es un termómetro que mide muchos ingredientes de la vida conyugal: hay comunicación, hay un proyecto de vida en común, capacidad para superar las dificultades de la vida ordinaria, la alegría de sacar adelante a la familia… y un crecimiento equilibrado de los dos con el paso de los años. Todo eso y más se refleja, de alguna manera, aquí.
• Las relaciones íntimas desempeñan un papel muy importante y el hecho de que funcionen bien es fruto de aprendizajes sucesivos, de acuerdos y acercamientos.
• Es la entrega total. Se trata de integrar la sexualidad a ese programa en común. Es una gran sinfonía con cuatro grandes partituras: física, psicológica, cultural y espiritual. Todo junto suma doy a la vez. La ternura es el ungüento del amor.
6. Saber que el amor maduro consiste en un tríptico esencial hecho de voluntad, inteligencia y sentimientos.
• El amor verdadero es un acto de la voluntad, que significa la determinación de trabajar el amor elegido, poniendo todos los medios a nuestro alcance.
• En los amores inmaduros, la voluntad brilla por su ausencia
• Además, el amor es un acto de la inteligencia, lo que quiere decir, en lenguaje coloquial, saber llevar a esa persona, utilizando la cabeza y la experiencia, pero sin que pierda esa relación.
• Aprender de circunstancias complicadas a evitar caminos inadecuados o meterse en complicaciones absurdas.
• El amor es de entrada un sentimiento fuerte, de atracción física y psicológica.
• Los sentimientos son perfectibles y defectibles. Lo que quiere decir que, si uno se afana en mantenerlos y pone esfuerzos repetidos en positivo, se mejoran. Y por el contrario, si se les descuida y se abandonan, va a peor y aparece antes o después el desamor.
7. Para que una pareja marche bien es necesario compartir una espiritualidad vivida.
• Se mezclan aquí lo natural y lo sobrenatural, lo físico y lo metafísico, lo horizontal y lo vertical.
• En una palabra: lo humano y lo divino. Se trata de una filosofía común, un sentido de la vida fuerte, que a la larga va a ser cemento de unión de esa pareja ante los avatares de la vida. Cada uno debe encontrar aquí las mejores respuestas. La cultura y la espiritualidad son la estética de la existencia.
• El mejor amor es exigente y lo pide todo. Estos siete puntos son una pedagogía del amor hecha con materiales resistentes, firmes, compactos.
• No hay amor sin cultura.
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