El Blanquita, refugio para los que huían en el 68, relata la actriz Carmen Salinas

La actriz Carmen Salinas recuerda el momento en que escondió en su camerino a estudiantes perseguidos por agentes

Transcurría 1968 y México preparaba sus Juegos Olímpicos, la décimo novena edición de la Olimpiada que estaba a la vuelta de la esquina cuando sucedió lo impensable, lo inesperado, la barbarie: el gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz dispersó un mitin estudiantil a punta de disparos. Muchos fueron los caídos; otros más, encarcelados, y muchos otros, desaparecidos.

Precisamente, Carmen Salinas hacía temporada en el teatro Blanquita cuando ocurrió la masacre; hoy lo recuerda:

“¡Nos van a matar, nos van a matar!", gritaban asustados los muchachos. Dos de ellos se metieron corriendo a mi camerino y yo los escondí entre los vestidos que usaba para mis imitaciones.

¡Ya mataron a varios de nuestros compañeros! ¡Por favor, no deje que nos maten!

En eso, llegaron varios tipos y Carmen se asomó en brasier, apenas cubriéndose con los brazos. Ella no tenía baño en su camerino y decidió, entonces, ocultarlos entre los atuendos de Celia Cruz y Lola Beltrán, amplios, pesados, ideales para cumplir su cometido.

“No entiendo de qué hablan’’, decía ella a los que seguían a los estudiantes. Perdón, pero me estoy vistiendo, ya voy a salir a escena. Los tipos se retiraron”.

Fue hace 50 años. La actriz recuerda también que muchos de los estudiantes se refugiaron en los camerinos de las bailarinas, que se topaban desnudas, ante los hombres de guante blanco que las miraban de reojo y proseguían su cacería.

‘’Después nos enteramos por las noticias. Yo no alcanzaba a percibir la dimensión de lo ocurrido, pero me parecía cobarde sofocar una protesta no con el diálogo, sino con las armas. Muchas veces actué para Díaz Ordaz y sus invitados en Los Pinos, pero algo había en el presidente que no me gustaba.’’

Carmelita relata que, ante la represión y el asesinato, la comunidad artística en su mayoría se solidarizó con el movimiento estudiantil que marcaría un parteaguas en la vida política y social de nuestro país.

‘’Ellos estaban pálidos, muertos de miedo. Nos dolió mucho después de conocer los hechos. Fue muy desagradable y cuando veo algún reportaje sobre el 2 de octubre, otra vez siento la angustia, la desesperación de aquellos muchachos que se metieron a mi camerino.’’

En opinión de Carmen Salinas, la masacre del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, “fue un acto cobarde que no debe volver a repetirse”.

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