El arquitecto falleció ayer-, dijo con gesto doliente, un señor entrado en años, mientras endulzaba su café.
-¡Qué terrible!-, lamentó su interlocutor, el rostro una máscara de tragedia.
-¡Era un visionario!- exclamó uno.
-Figúrate que fue quien trajo, hace treinta años, el swinger a estas mojigatas tierras tropicales-, susurró, con mefistofélica sonrisa, el primero. Cambiaron de tema.
En mi mesa, ya no pude concentrarme en la lectura y la curiosidad me asaltó. ¿Quién sería ese prócer fallecido que tanto había dado a nuestra tierra? Me preguntaba...
ESCRITOR RECIOHabía postergado la lectura de "Tiempos recios" del maestro Vargas Llosa. Una delicia, si es que esto puede ser un adjetivo. Soy un admirador del máster y si bien cuando escribe sus pensamientos políticos transpira conservadurismo y me aleja de él.
Yo, como el personaje aquel de la historia que un día me contó otro maestro, Gutemberg Rivero, sobre otro enorme maestro, Salvador Díaz Mirón, que, con la venia de todas y todos, he de referir de manera sucinta:
Sucedió que un día, el vate Díaz Mirón, acudió al Paraninfo de espacio universitario veracruzano a dar charla sobre los caminos de su poesía. En primera fila un joven, desde que llegó no le quitaba la vista de encima.
Y, arrobado total, contemplaba al poeta. Díaz Mirón que era un hombre de armas tomar, representante auténtico de lo masculino de la época, empezó a incomodarse con la mirada admirativa del fan. Después de un rato, el autor de A Gloria muy molesto se dirigió al joven y le preguntó: "¿Qué tanto me ves?"
"No veo al hombre, admiro al genio", contestó el muchacho.
El café se va llenando poco a poco. La ocupación la realizan burócratas jubilados, políticos olvidados, periodistas cansados y uno que otro maestro cesado.
Pido mi americano y me dispongo a leer. El joven que me atiende está empecinado en hacerme comprar la promoción del día. Le digo que no y me adentro en los planteamientos que hace Ramón Salaberria sobre la biblioteca escolar y sus conjugaciones.
Después de media hora el café está repleto. Los parroquianos discuten a gritos sobre "política y cosas peores". En un momento calmo escucho un grito grandilocuente:
- -¡Querido, maestro!
Volteo, un hombre en la medianía de la vida, brazos abiertos, sonrisa completa, mira con emoción a un anciano que adorna su calva con una rala arandela de canas.
A veces, cuando hay chance de descubrir un incipiente lector, trato de conversar sobre su encuentro con la lectura, me interesa mucho la circunstancia. Cuando el diálogo se da, me sorprendo. A continuación comparto uno reciente, con joven de 16 años:
Ahí siguiera, sino es que mi hermano mayor llegó con un libro. "Toma, lee esta madre, lo escribió un ´valemadre´ como tú, hasta granos tenía en la cara, como tú", me dijo.
El libro era La máquina de follar, de Bukowski, que me gustó mucho por sus personajes y las historias que contaba. Busqué sus novelas y las leí. Luego leí a Sábato, a Borges, aunque alguno de sus cuentos no los entiendo, a Gabriel García Márquez y así, sigo leyendo. Aunque la poesía no me gusta.