José del Rivero Azcuaga, mejor conocido como Pepe del Rivero, nació el 19 de marzo de 1915, en la ciudad de Montecristo, hoy Emiliano Zapata, estado de Tabasco. Desde sus años mozos demostró estar lleno de inquietudes intelectuales, pues en el año de 1937, radicado en el puerto de Frontera, publicó un periódico llamado Horizontes, al que se le catalogó como un “periódico con material serio”. En Frontera tuvo contacto con la música tropical, que llegaba al puerto procedente del Caribe, principalmente de Cuba, a través de los navíos llegados de Veracruz, por lo que se relacionó profundamente con ella, apropiándosela de tal forma, que luego la hizo vivir en sus composiciones musicales.
Luego, en busca de nuevos horizontes, Pepe del Rivero emigra a la capital del país, donde incursionó en la radio y la televisión, familiarizándose con todo tipo de anuncios, principalmente los cantados o jingles, con los que se hacía la publicidad de las grandes empresas nacionales y extranjeras, lo que le revela que su vocación era la de publicista, por lo que ingresa a la Compañía Panamericana de Publicidad, de la que llegó a ser vicepresidente.
Fue en esta compañía donde se da a conocer su gran intuición musical creando diversos anuncios, principalmente de los famosos jingles. Recuerdo nítidamente el que por lo jacarandoso, prendió en el gusto del gran público: el jingle de unos refrescos con sabores a frutas mexicanas; también creó otro muy popular para una bebida espirituosa, con la cual decía que sí había ambiente; y otra más, de una reconocida agua de colonia que cada vez uno se baña, nos deja limpios y frescos.
UN RITMO TROPICAL
Es en los años sesenta del siglo pasado, que se revela como un excelente compositor de temas tabasqueños en ritmo tropical, que prendieron rápidamente en el ánimo de todos los paisanos, principalmente su excelente canción Vamos a Tabasco, que ha venido a ser como un himno de nuestro amado terruño. No puedo creer que Vamos a Tabasco haya sido compuesta por encomienda, para una Exposición Regional de nuestro estado como se dice. No, una canción así nace de lo más profundo de nuestro corazón, como una ofrenda al sitio que nos vio nacer y que se nos queda por siempre, atesorado en nuestro armario. Esa canción es el homenaje de profundo amor a su tierra, o a su agua como solía decir el inmenso poeta Carlos Pellicer.
El estribillo de Vamos a Tabasco, en la parte final que dice: ¡Vamos a Tabasco, que Tabasco es un edén!, resultó tan atractiva para todos los nacidos en esta ubérrima tierra, que el término edén, se convirtió en sinónimo de Tabasco, al grado de que mucha gente, no solamente los tabasqueños, sino los originarios de otros estados del país, al referirse a nuestra amada tierra no le dicen Tabasco, sino el Edén.
Además, en Vamos a Tabasco, se advierte el profundo conocimiento del sentir tabasqueño, por eso prendió en el gusto de toda la paisanada, también encierra esa fina picardía del tabasqueño culto, que puedo asegurar, pasa inadvertida para la casi totalidad de quienes han entonado esta pieza musical tan popular. Me refiero a la parte que dice así:
[...] porque el amor tabasqueño
se entrega siempre con todo y dueño,
paloma mía ven a mi lado
que es miel en penca el amor robado,
te espera el boga del otro lado.
¿Y si alguien se pregunta qué es la miel en penca? Se le dirá que es la que está en el panal que se retira de la colmena y se le llama “miel en penca”, porque “penca” se nombra al panal que rezuma la miel que se dice es la más dulce, y así califica nuestro compositor el amor robado. Y tan robado es al que se refiere en su canción, que le pide a la bien amada que cruce el río que la separa de él, tomando la embarcación del boga cómplice que la está esperando.
SOTERRADA PICARDÍA
Pero no sólo conocía nuestro paisano la soterrada picardía de sus coterráneos, sino también era un profundo conocedor de la flora, la fauna, la gastronomía y todo lo relacionado con la cultura popular tabasqueña, por lo que llegó a lo más profundo de nuestros corazones al ver reflejado en sus canciones todo lo que nos rodea y forma parte de nuestra vida cotidiana y del ser tabasqueño.
Con sus más de sesenta canciones, se reafirmaron muchos tabasqueñismos que estaban a punto de perderse y que volvieron por sus fueros. En “Mercado de Villahermosa”, nos recordó los nombres casi olvidados de algunos dulces, como el panal de rosa, elaborado a base de clara de huevo, azúcar refinada y pétalos de la perfumada rosa concha, como entre nosotros se le llama a la rosa de Alejandría, por lo que dicho dulce al disolverse en nuestra boca, nos deja el delicado aroma de la rosa.
Es probable que la gran mayoría de los tabasqueños actuales, jamás hayan oído muchas de las palabras que Pepe del Rivero incluye en sus tabasqueñísimas composiciones, como: tuis, pasito, canaletazo, y muchas más que sería prolijo enumerar. También rememora algunas costumbres tabasqueñas basadas en la observación de fenómenos naturales y el comportamiento de los animales, que nos anunciaban lluvia, como lo hace en su canción “Es que va a llover”.
Durante más de una década, todo Tabasco bailó al compás de sus composiciones musicales, y contrariamente a muchos ritmos tropicales que pasaron de moda y casi nunca los escuchamos en los bailes de la tierra, como sucede con el mambo y con el cha-cha-cha, la música de nuestro coterráneo jamás falta, sobre todo su icónica Vamos a Tabasco.
Nostálgicamente recuerda en una de sus canciones, a los viejos vapores de río que comunicaron casi todo Tabasco durante más de medio siglo, enumerando al Sánchez Mármol, al Clara Ramos y sobre todo, al Carmen que fue en el que tanto él como un servidor viajamos de Frontera a Villahermosa. Con esa canción nos hizo recordar los silbatazos del viejo vapor anunciando la llegada o la salida de sus inolvidables viajes.
Hay en la música de este gran compositor tabasqueño, además de sus celebradas y bailables piezas tropicales, hermosas y románticas canciones, entre las que, para mi gusto muy personal, sobresale su bellísima “Luna de Frontera” inspirada en sus años mozos por su novia, la entonces linda jovencita Hilda Castellanos, quien luego fuera la compañera de toda su vida, nativa del hermoso e injustamente olvidado puerto que nos vio nacer.
El 13 de abril del año 2000 en la ciudad de México, nuestro querido y admirado paisano cerró los ojos al mundo, se agotó el venero musical que impregnó el alma de todo un pueblo, pero continúa vivo en el recuerdo de ese mismo pueblo al que supo cantar e hizo bailar feliz, con su espléndida y jacarandosa música.
Sean estas palabras, humilde homenaje a uno de los más grandes e inspirados compositores nacidos en esta fecunda tierra, donde el aire, el agua, la flora y la fauna nos ofrecen la maravillosa música, que sólo el alma sensible de algunos iniciados como Pepe del Rivero, pueden traducir en hermosas, alegres y perdurables canciones.