Dentro de los muchos hábitos de la sociedad en que se vive, hay costumbres más o menos sanas, incluso determinadas implicaciones religiosas: el cerdo, por ejemplo, es común en la cocina de países cristianos y no en entornos islámicos o judíos.
Lo que se comía en casa cuando se era niño y lo que se ha ido incorporando culturalmente a lo largo de la vida, determina qué tipo de alimentos se compran en la tienda o el supermercado y los platos que se preparan en la cocina.
Todas las culturas han tenido determinadas normas dietéticas de tipo higiénico o preventivo, junto a criterios para saber lo que conviene comer en el caso de padecer algún problema de salud concreto.
1. Seguir las reglas de la buena alimentación
Una dieta natural y equilibrada debe dar preferencia a los alimentos poco procesados industrialmente e incluir cada día un porcentaje de vegetales crudos (frutas y ensaladas), así como evitar el exceso de fritos y otros alimentos cocinados a altas temperaturas.
Es sabido que el incremento de colesterol en la sangre afecta a la salud cardiovascular e inhibe ciertas funciones inmunitarias. Por ello conviene evitar el consumo de grasas de origen animal y comer diariamente alimentos vegetales frescos, ricos en vitaminas, minerales y complejos fitoquímicos que previenen enfermedades.
2. Priorizar las frutas y las verduras
Tenemos que adoptar una alimentación en la que predominen alimentos vegetales.
Cualquier persona que quiera seguir una alimentación sana ha de incluir, en la medida en que lo crea oportuno, un componente vegetariano: mejora la depuración del organismo y aporta abundantes antioxidantes que ayudan a la longevidad.
3. Adaptar la dieta a nuestras necesidades
Uno de los principales factores de diferenciación respecto a la comida es la edad de la persona. La alimentación de un bebé o un niño en fase de crecimiento no puede ser la misma que la de un adulto.
Los ancianos precisan una dieta rica en vitaminas y minerales, cuya falta podría acarrear un deterioro, especialmente en los sistemas endocrino y nervioso.
Tampoco se alimenta del mismo modo el hombre que la mujer; el primero, con mayor masa muscular, tiene mayores necesidades proteicas.
Ellas, por su parte, deben vigilar una adecuada ingesta de minerales como el hierro debido a las pérdidas menstruales, sin hablar de los cuidados dietéticos especiales en el embarazo o periodo de lactancia.
4. Disfrutar la comida
Una buena dieta no puede basarse en pizzas con bebidas de cola o en pasteles de nata y chocolate, por apetitosos que puedan resultar.
Ahora bien, caeríamos en otro error si pensáramos que una dieta saludable debe basarse necesariamente en el sacrificio del gusto.
No se trata del mero capricho en un momento dado, sino de que a veces el cuerpo pide algo aparentemente extraño porque realmente necesita en ese momento algún componente nutritivo que ese alimento contiene.
5. Mantener el equilibrio
El deseo de seguir una dieta saludable es algo sin duda beneficioso. Pero algunas personas pueden llegar a obsesionarse y hacer de la comida el centro de sus vidas.
El término "ortorexia" indica un trastorno alimentario –no sin relación con la bulimia o la anorexia nerviosa– caracterizado por la adicción a la comida sana.
En estas personas se da una verdadera obsesión por la calidad o la pureza de los alimentos, por lo que ingerir en un momento dado algo que no cumpla estos requisitos se vive con un gran remordimiento.
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