Los pensamientos positivos tienen un gran impacto; como prueba, he aquí un ejercicio para ti: Piensa en una persona mayor —de la edad de tus abuelos, por ejemplo— y haz una lista con las cinco primeras palabras o frases que te vengan a la mente. Ahora considera tu lista. ¿Fueron tus palabras positivas o negativas? Esta es una práctica que la Dra. Becca Levy hace realizar a sus alumnos el primer día de la clase de Salud y Envejecimiento que imparte en Yale, donde es profesora de salud pública y psicología y se ha convertido en una de las principales investigadoras de Estados Unidos sobre el envejecimiento. Las respuestas de sus alumnos van desde “senil” y “testarudo” hasta “camina mucho” y “amable”, pero la mayoría de las palabras, y especialmente las primeras, tienden a ser negativas.
En un estudio especialmente impactante, la Dra. Levy descubrió que la forma de pensar sobre la edad puede aumentar o disminuir la esperanza de vida hasta en siete años y medio. “Las creencias sobre la edad basadas en la sociedad influyen en nuestra salud y en los marcadores biológicos del envejecimiento”, escribe. “Cuando se trata de cómo envejecemos, la sociedad suele ser la causa y la biología el efecto”.
La Dra. Levy dice que no niega los efectos perjudiciales del envejecimiento, sino que no todos esos efectos son inevitables y, lo que es más importante, podemos mejorar nuestras posibilidades de evitarlos al adoptar pensamientos positivos sobre el envejecimiento. En su laboratorio, ha conseguido mejorar el equilibrio, la memoria e incluso las ganas de vivir de los sujetos de prueba, exponiéndolos a más cosas positivas.