Uno de estos estudios está liderado por la Universidad del Sur de Dinamarca y se centra en el proceso de senescencia.
En contra de las teorías generalizadas sobre envejecimiento, el equipo demuestra que muchas especies de tortugas y galápagos han encontrado una forma de ralentizar o incluso desactivar completamente la senescencia, es decir, evitar el riesgo creciente de muerte por deterioro gradual con la edad.
Las conclusiones del trabajo, realizado en tortugas de zoológicos y acuarios, ponen de manifiesto que la senescencia no es inevitable para todos los organismos, asegura la bióloga Rita da Silva en una nota de la universidad.
El estudio constata que el patrón de envejecimiento en estos animales no se asemeja al de los humanos u otros animales: la mayoría de ellas envejecen más lentamente y, en algunos casos, su senescencia es insignificante.
Según el estudio, algunas de estas especies pueden reducir su tasa de senescencia en respuesta a las mejores condiciones de vida en zoológicos y acuarios, en comparación con la naturaleza, explica Dalia Conde, también firmante.
Las teorías predicen que estas compensaciones son inevitables y que, por tanto, la senescencia también lo es, lo que se ha confirmado en varias especies, sobre todo en mamíferos y aves.
Sin embargo, se cree que los organismos que siguen creciendo después de la madurez sexual, como las tortugas, tienen el potencial de seguir invirtiendo en la reparación de los daños celulares y, por tanto, se consideran candidatos ideales para reducir e incluso evitar los efectos nocivos de la senescencia