La mujer, ilusionada por bajar de peso, se acercó al altar, cerró los ojos y dejó que él pusiera la mano sobre su cabeza para que comenzará la oración.
El acto llamó la atención de las personas que estaban allí, razón por la cual, se acercaron a la tarima y obedecieron al llamado del pastor, quien les dijo que también podían bajar de peso.
Minutos antes de terminar, el predicador le pidió a Dios el favor de que le concediera el milagro y, al parecer, lo cumplió.
Con el fin de evidenciar si la mujer había bajado de peso, el pastor le ordenó que revisara la pretina de su pantalón, además de preguntarle si sentía que le quedaba más grande.
La creyente aseguró que el pantalón le quedaba más suelto, por lo que concluyeron que sí había bajado de peso durante la oración.