La artista de 34 años, nacida en Macao (China) y residente en Vancouver (Canadá), plantea en otras personas o en sí misma un retoque facial alternativo. Admiradora de “maestros” como Salvador Dalí o M. C. Escher, Choi elabora una estampa hipnótica donde desaparecen los mofletes, el tabique o la barbilla. Sus dibujos provocan mareos, desasosiego y la duda de si es real o un truco fotográfico. Dos dimensiones se tornan en tres o cuatro, entre espirales y vahídos. Un repaso por su perfil de Instagram, con 1,8 millones de seguidores, sirve para entender esta obra inclasificable.
Choi se basa en el legado de grandes figuras de la escultura o la pintura para imprimir un semblante de capas superpuestas, mejillas derretidas o superficies opacas, pero pocas veces copia a sus semejantes. “Aprecio y disfruto el trabajo de otros maquilladores. Sin embargo, creo que para mí misma, para crear realmente algo único desde adentro, es mejor evitar ver a otros del sector. El maquillaje es arte y es imposible no estar influenciado por lo que se hace en tu gremio, así que lo limito tanto como puedo”, explica, sin dar nombres de otros referentes de este tipo de arte, como Dain Yoon, Vanessa Davis o Hugry.
Además, a su favor juega un agente inesperado. Mimi Choi sufre parálisis del sueño, una enfermedad que se caracteriza por la incapacidad de moverse en los minutos anteriores o posteriores a la vigilia. Le ocurre desde la adolescencia y, a pesar de que suele ser una fuente de ansiedad o angustia, a ella le insufla instantáneas que luego representa.
Su fama en redes sociales le ha ayudado a difundir su trabajo. “Han sido una gran herramienta y les debo gran parte de mi éxito. Me permiten compartir de inmediato lo que hago con personas de todo el mundo. Y me encanta que Instagram me permita interactuar con ellos”, anota