Para que la recuperación que viene sea duradera y resiliente, requerimos eludir el regreso a las ocupaciones y patrones de inversión basados en reactivar el consumo imparable. Las emergencias del medio ambiente internacionales como el calentamiento global y la pérdida de la diversidad biológica podrían provocar males socioeconómicos muchísimo más graves que el coronavirus, y fueron solamente soslayadas frente a la crisis reciente.
Los paquetes de recuperación económica no tienen la posibilidad de limitarse sencillamente a recobrar las economías y los medios de vida, deben fomentar cambios estructurales para minimizar la posibilidad de futuras crisis y aumentar la resiliencia de la sociedad ante ellas una vez que se materialicen.
Los efectos del calentamiento global, la contaminación atmosférica, la pérdida de diversidad biológica y la mala salud de los mares ya permanecen ocasionando un sufrimiento monumental internacionalmente y esconden otras vulnerabilidades sistémicas de la economía universal que podrían llegar a eclipsar la crisis de hoy.
La inversión en la infraestructura natural, como la reforestación y la reposición de los manglares y humedales, no solo posibilita mejorar la resiliencia frente a los efectos del clima de forma sustentable y rentable, sino que además da oportunidades de trabajo e integración semejantes a las inversiones en infraestructura artificial.
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