«Mi suegra muestra hacia mí una actitud que no contribuye a distender el ambiente», declaró Grace Kelly en una ocasión resumiendo cómo era la relación que la princesa Carlota Grimaldi, madre de Rainero de Mónanco, y duquesa de Valentinois (y de paso su hija, la princesa Antoniette Grimaldi), le dispensó desde el mismo momento en que la estrella de Hollywood hizo sus 80 maletas para partir en 1956 rumbo a Mónaco. Como si la historia de la princesa Charléne con sus cuñadas Carolina de Mónaco y la princesa Estefanía fuera un calco de lo que le sucedió a Grace Kelly en el siglo XX, en aquella ocasión las mujeres Grimaldi tampoco fueron benevolentes con la recién llegada a la familia, esa extraña a su árbol genealógico de la que, además, dependía que el Principado continuara siendo independiente.
Cuando Carlota Grimaldi llegó al mundo no tenía derecho ni a ser princesa ni ha ostentar el apellido de los herederos del principado. Hija ilegítima del príncipe Luis II de Mónaco y una cantante de cabaret llamada Marie Juliette, Carlota no ascendió en la escala social convirtiéndose en señora de Valentinois hasta que no cumplió los 13 años, momento en el que su padre ya sospechaba que la niña iba a ser la única descendencia que iba a tener en su vida.
Para cuando Carlota cumplió los 20 años, su padre decidió adoptarla formalmente, transformarla de señora a duquesa y cederle, esta vez ya para siempre, el apellido Grimaldi. Corría el año 1919 y un año más tarde su recién estrenado padre oficial casó a la joven con un noble francés, Pierre de Polignac. El objetivo del príncipe de Mónaco era que los herederos que él no pudo engendrar los tuviera de forma legítima su hija secreta.
Carlota cumplió con su cometido: a pesar de vivir un matrimonio efímero (se rumorea que su marido era el amante de Marcel Proust) logra dar a luz a dos hijos antes de exigir el divorcio en 1933. Antoinette Grimaldi fue la primera en llegar al mundo, Rainiero el segundo. Tras la firma del divorcio ambos quedaron a cargo de su abuelo mientras que su padre fue declarado persona non grata en Mónaco y su madre decidía dejarlos atrás para vivir su vida en Francia.
La princesa Carlota aún hizo un último servicio al principado al renunciar a sus opciones al trono en beneficio de su hijo cuando este cumplió los 21. Fue lo último que hizo por él, el resto de su vida escogió dedicarla al trabajo social, la rehabilitación de presos, la villa francesa en la que se retiró y su amante René Girier, un afamado ladrón de joyas.
Los «servicios a la corona» de Antoinette Grimaldi fueron aún más dudosos. Su origen siempre estuvo en entredicho: su madre se casó embarazada y todo el mundo sospechaba que era de su amante y no de su prometido. El abandono de sus padres, que su madre cediera el trono a su hermano y que su abuelo no esperara nada de ella salvo una buena boda hicieron que la princesa Antoinette desarrollara una personalidad peculiar que brillaba en todo su esplendor cuando ambicionaba el trono de La Roca. Intentó llegar hasta él por todos los medios a su alcance, aunque eso supisiera derrocar a su único hermano. Pero sus planes se fueron por la borda cuando Rainiero se casó inesperadamente con Grace Kelly.
Cuando a los 26 años Grace Kelly pagó dos millones de dólares de dote y se sometió a unas pruebas de fertilidad para poder casarse con Rainiero inocentemente pensó que ya había pasado lo más difícil... pero se equivocaba. Para ella Rainiero era el caballero de brillante armadura que la iba a rescatar de los romances infelices y la vida de cartón piedra de Hollywood, pero lo que se encontró en Mónaco fue el set de película más grande del mundo en el que estaba condenada a interpretar su papel día tras día mientras aguantaba entre bambalinas los ataques de una cuñada que envidiaba su puesto y una suegra que mostraba más interés por los perros de palacio que por sus propios hijos.
Los que pudieron ver las interacciones Grimaldi-Grace Kelly en aquella época afirman que llamar frialdad al trato que le dio Carlota Grimaldi a la mujer de su único hijo es quedarse corto. Basta como ejemplo que la madre de Rainiero jamás dejó una sola joya a su nuera, prefirió legarlas de forma íntegra y póstuma a su nieta, Carolina de Mónaco. Para la madre de Rainiero su mujer cometió el terrible error de llevarse bien con su ex marido, y eso era algo que no pudo perdonar.
La biógrafa Wendy Leigh, autora de True Grace, afirma que en los meses previos y posteriores a su boda con Rainiero « Grace fue humillada y extremadamente infeliz« y que vivía rodeada de la decadencia y los peores contactos de Rainiero... entre los que se encontraba su propia familia. Quizá por eso no es extraño que cuando décadas más tarde coincidió con una jovencísima Diana de Gales de 19 años que le comentó lo sola que se sentía entre los Windsor, Grace Kelly le contestó sin pestañear: «No te preocupes querida, solo empeorará».
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