Las madres se encuentran en una gran encrucijada cuando deben decidir si le dan el pecho a su bebé o se decantan por el biberón. Lo más recomendable, debido a sus grandes beneficios, es dar el pecho, pero cada mamá es libre de decidir qué quiere hacer. Además, hay madres que, por distintos motivos médicos, no podrán dar el pecho a su bebé.
Pese a las dificultades que pueda haber, el periodo de lactancia es muy importante para el bebé. Por ello, la Organización Mundial de la Salud recomienda iniciar el amamantamiento durante la primera hora de vida del bebé y mantenerlo de forma exclusiva hasta los seis meses. Luego, se puede ir reduciendo y solapando con otros alimentos.
La lactancia materna ayuda en la recuperación postparto. La oxitocina, la misma hormona que favorece la salida de la leche, también genera contracciones que facilitan que el útero vuelva a con mayor velocidad al tamaño que tenía antes del embarazo. De forma paralela, la leche materna moviliza la grasa acumulada durante los nueve meses de gestación. Por lo tanto, ayuda a que se pierdan los kilos de más. Por si fuera poco, favorece a que el sangrado tras dar a luz sea menor
La madre que esté pensando en no amamantar a su bebé debe saber que como la leche que ella misma produce no la va a encontrar en ninguna parte. En este sentido, la leche materna tiene componentes nutricionales, elementos biológicos, hormonales que la hacen única.
La lactancia materna también tiene un impacto positivo en el sistema inmunológico del bebé. Sin ir más lejos, las primeras defensas que un bebé recibe le llegan a través de la leche materna. El calostro, que es la primera leche que el bebé succiona, proporciona al recién nacido su primera inmunidad. Así, la leche materna le protege mejor contra las alergias, resulta de más fácil digestión que cualquier leche de fórmula o adaptada y favorece su desarrollo cognitivo.