Las ballenas francas del Atlántico bajan el volumen del sonido que emiten, hasta convertirlo en una especie de “susurro”. De esta forma evitan que los depredadores se acerquen a las especies más jóvenes, presas comunes de los cazadores debido a su tamaño.
Así lo comprobó un grupo de científicos que empleó micrófonos conectados a las ventosas de estos mamíferos (Eubalaena glacialis), a fin de observar sus patrones de voz.
El estudio, publicado en la revista Royal Society Open Letters, reveló que los pares madres-terneros redujeron el número de llamadas fuertes y de larga distancia, en comparación con las ballenas juveniles o embarazadas.
Las parejas de ballenas madres y sus crías también aumentaron el porcentaje de sonidos muy silenciosos para comunicarse entre ellas.
A través del “susurro”, el sonido emitido tendría un alcance de aproximadamente 100 metros, mientras que una comunicación sonora típica de la ballena alcanzaría más de un kilómetro de distancia.
“Estas señales de menor amplitud pueden minimizar el riesgo de detección al tiempo que permiten la comunicación madre-ternera”, dijeron los autores del estudio a la AFP.
Ballenas en peligro de extinción
Los datos fueron recolectados en aguas del Atlántico Norte juveniles en 2006 y entre 2014 y 2016 en el sureste de los Estados Unidos, frente a las costas de Georgia y Florida, durante los meses de enero y febrero.
La ballena franca es una especie que está en peligro de extinción, y cuenta con sólo unos 500 especímenes conocidos restantes.
Por desgracia, los cantos de ballena también pueden atraer a los depredadores. Las ballenas adultas son demasiado grandes y tienen poco que temer, pero las orcas y los tiburones suelen atacar a las crías.
Se cree que los cazadores de ballenas dependen de los sonidos emitidos por sus presas para localizarlos, dado que la luz a menudo es pobre en el mar.