Los cambios de tiempo pueden afectar no solo tu estado físico, también son capaces de tener un impacto en el plano emocional. Esto se debe a los cambios que se producen en la atmósfera, cambios que pueden tener un impacto en los cuerpos de seres vivos en mayor o en menor medida.
“Desde Aristóteles ya se hablaba de problemas físicos de salud relacionados con los cambios en la meteorología y ya Hipócrates, considerado el padre de la Medicina, escribió sobre la relación entre el tiempo y la salud en su tratado Aire, aguas y lugares.” explicó Mar Gómez, quien es responsable del área de Meteorología de eltiempo.es.
“Además, en 1956 se creó la Sociedad Internacional de Biometeorología para estudiar la relación entre la atmósfera y los seres vivos”.
Entre las variables meteorológicas que pueden afectar el estado físico o mental de algunas personas: la presión, la temperatura, el viento, la electricidad atmosférica. “Cuando una persona experimenta este malestar físico, o bien síntomas vinculados con los cambios meteorológicos, decimos que es una persona meteorosensible”, subraya la experta.
“Todo dependerá de si tienes ciertas patologías, de si eres propenso a tener migrañas con los cambios de presión y con la llegada de anticiclones, o bien ante un aumento de las altas presiones te puede pasar que te afecten a tu estado de salud”.
Según datos globales, se estima que el 30 por ciento de la población se puede clasificar como meteorosensible.
¿Cómo detectar si eres metereosensible?
La meteoróloga señala que pueden ser meteorosensibles las personas con problemas de huesos y problemas articulares. En en estos casos, una persona se vería afectada por los cambios de temperatura bruscos o un cambio repentino en condiciones de humedad.
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La doctora Gómez también mantiene que aquellas personas que tengan una propensión a la depresión o a la ansiedad, la electricidad atmosférica puede tener una influencia sobre su salud mental. Incluso ciertos tipos de vientos, como cálidos y resecos, los niveles elevados de ionización positiva pueden contribuir a la intensidad de los episodios, o “incluso se relaciona con un aumento en la tasa de suicidios”, asegura.
Hay estaciones en las que estos efectos tienen una mayor presencia, indica la especialista en meteorología. La primavera, por ejemplo, es una estación “susceptible”, donde ese malestar en la persona puede aumentar ante los frecuentes movimientos de las masas de aire.
“La primavera da lugar a mucha inestabilidad y a cambios bruscos de tiempo, a lo que se suman las incómodas alergias o la astenia primaveral”, indica Gómez. Y lo mismo en otoño, donde se produce esa transición del verano al invierno, aunque la primavera cuenta con la carga adicional de luz solar. Este factor puede inferirse como una “carga positiva” frente al malestar generado por los frecuentes cambios de tiempo de la época.
En este contexto estacional, se suma el ‘trastorno afectivo estacional’, una especie de depresión que suele manifestarse durante el invierno, una época marcada por bajas temperaturas y días más cortos, lo que deriva en un estado de ánimo mas bajo y una mayor apatía. Esta condición afecta al 15 por ciento de la población.