La pérdida de un ser amado es uno de los procesos que más perturba en la vida. Como humanos, es una realidad que todos vamos a vivir, pero que no es exclusiva de nosotros, ya que otras especies son también capaces de experimentar este duelo.
Diversos estudios en animales con fuertes lazos sociales, como ballenas, lobos, simios e incluso aves, han mostrado que manifiestan dolor cuando muere alguno de sus compañeros cercanos, en especial si se trata de sus crías o su pareja.
No son raros los casos en los que se ha observado que madres chimpancés u orcas carguen, acaricien y protejan a los cadáveres de sus bebés por largos periodos; que palomas o tortolitas mueran de pena después de que han perdido a su pareja; que elefantes cubran de tierra y plantas a sus compañeros fallecidos o que monos ofrezcan cuidados y cariño a sus semejantes cuando enfrentan un deceso.
Si bien todos estos casos son conocidos, estas experiencias resultan mucho más cercanas cuando se trata de una de nuestras mascotas, con las cuales formamos grupos armónicos de varios animales de compañía entre los que se establecen vínculos muy estrechos, sean o no de la misma especie.
Entre los comportamientos comunes se pueden observar los siguientes:
Buscan sentirse protegidos y demandar más atención o mostrarse más afectuosos para recibir caricias.
Manifiestan apatía, tristeza o abatimiento, con una baja general en su actividad, pocas ganas de jugar o salir a pasear, falta de apetito y aumento de sus horas de dormir.
Presentan una actitud nerviosa o inquieta, como resultado del estrés, con tendencia a ladrar o aullar mucho, a rascar muebles o paredes y a olvidar sus hábitos de limpieza.
Resienten la ausencia de su compañero, al percibirla como un peligro inminente que les causa miedo; mostrar confusión en sus rutinas, en especial durante las actividades que compartían, como jugar o pasear; y revisar repetidas veces el lugar donde dormía o comía.
¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos ayudar a nuestras mascotas a sobrellevar el
duelo? Aquí algunos consejos.
Lo primero es observar su comportamiento tras la pérdida y mostrarnos atentos a lo que necesite. Puede ser recibir más muestras de afecto, pero sin excederse para no generar dependencia; o, por el contrario, dejarlo tranquilo, si no tiene ganas de socializar.
Evita modificar su rutina, procura mantener los mismos horarios y actividades para que sienta menos la ausencia.
Ofrécele juguetes y dedícale tiempo de calidad a sus actividades favoritas, en especial si se ve muy desanimado.
Si no tiene ganas de comer, intenta darle la comida que más le guste.
El contacto físico le hace mucho bien, así que acarícialo y mímalo con masajes, cepillado suave o baños de agua tibia.
Si es necesario, consulta a un especialista que te ayude a tratarlo si su conducta lo pone en peligro.
Como los humanos, cada animal vive su propio proceso y es muy importante respetarlo. Ser empáticos con ellos en estos momentos tan significativos, es una manera de devolverles todo el amor que nos brindan.