Los animales nacen con redes de coordinación muscular situadas en la médula espinal y, al principio, las crías dependen en gran medida de estos reflejos, que, aun siendo muy básicos, les ayudan a no caerse en sus primeros pasos.
A continuación, practican un control muscular más avanzado y preciso, hasta que finalmente el sistema nervioso está bien adaptado a los músculos y tendones de las patas, y pueden seguir ya el ritmo de los adultos
Investigadores del Instituto Max Planck se centraron en cómo aprenden los animales a caminar y a tropezar, para lo que construyeron un robot de cuatro patas, del tamaño de un perro labrador al que bautizaron como Morti. Los resultados se publican en Nature Machine Intelligence.
Si el robot tropieza, el algoritmo de aprendizaje cambia la distancia de oscilación de las patas hacia adelante y hacia atrás, la velocidad de oscilación de las mismas y el tiempo que una de ellas está en el suelo.
Durante el proceso de aprendizaje, el CPG envía señales motoras adaptadas para que el robot tropiece menos y optimice su marcha.